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Doña Eulalia une a sus hijos desde la tumba

LA TRISTEZA QUEDÓ ATRÁS

Fiesta familiar. Entre música, flores y comida, se evitar el dolor y se celebra a los que ya se fueron.  EL SIGLO DE TORREÓN / CLAUDIA LANDEROS  EL SIGLO DE TORREÓN / CLAUDIA LANDEROS

Fiesta familiar. Entre música, flores y comida, se evitar el dolor y se celebra a los que ya se fueron. EL SIGLO DE TORREÓN / CLAUDIA LANDEROS EL SIGLO DE TORREÓN / CLAUDIA LANDEROS

CLAUDIA LANDEROS

Cuando falleció doña Eulalia Estrada, madre de esta familia, todos sus hijo comenzaron la tradición debido al dolor que les causó esta pérdida.

La familia es muy grande y es difícil reunirla, y el Día de Muertos es uno de aquellos en los que se consigue hacerlo. Doña Eulalia tuvo 18 hijos, de los cuales sólo viven cinco, todos acuden al Panteón Municipal a visitarla y rendirle homenaje al igual que a sus hermanos y otros familiares.

Varios de los hemanos Andrade Estrada hacen el viaje desde Monterrey y Zacatecas y Estados Unidos para pasarla juntos este día.

 LA FIESTA DE LA FAMILIA

Lejos de tener ya un recuerdo de dolor, la familia toma este día como una fiesta donde traen cada quien consigo sus mejores recuerdos y con alegría se reúnen a comer en este lugar; traen cada quien su ofrenda de flores, caña y todo lo tradicional y con un poco de música norteña les dan un momento agradable a sus familiares.

Con gusto les dedicaron algunas melodías a sus padres Eulalia y don Juan, como Amor Eterno e incluso Las Mañanitas por ser su día.

Nietos y bisnietos de los señores siguen esta costumbre, algunos ya tienen a sus padres en este lugar, ya que quedaron huerfanos desde muy pequeños. Integrantes de la familia quieren ser incinerados para estar todos juntos.

Estar con quien ya no está

Los tres miembros de la familia Mata Mijares cada año vienen desde el ejido Juan E. García para hacer sus compras para el Día de Muertos. A pesar de tener que pagar 35 pesos de transporte y gastar en comprar alimentos, acuden siempre hasta la Plaza Principal de Lerdo para comprar sus flores porque son más baratas que en el ejido y luego regresan a él para visitar a sus familiares difuntos en el camposanto.

En esta ocasión gastaron más de 300 pesos en flores, además del pasaje y la comida; pero aseguran que vale la pena el gasto y el viaje para seguir heredándoles a sus hijos las tradiciones.

En el panteón de Juan E. García ellos visitan a sus padres, hermanos y algunos sobrinos y tíos que también se les adelantaron en el camino. Acuden a hacerles compañía, rezarles y montarles un altar.

Llegaban cargados de flores, pero también de recuerdos; entre los puestos, miles de personas se acercaban a la entrada del Panteón Municipal, en donde esperaban por lo menos por este día unir la vida con la muerte y volver a estar con los que ya se fueron.

Lo primero era conseguir una ofrenda, algo que dejarles, con qué hacerles los honores; las flores eran lo más solicitado, hubo otras tradiciones, como las cañas, los cocos, aunque siempre lo más importante será la presencia del ser querido que se acuerda de sus muertos.

Colores resaltaron los sepulcros, las notas realzaban la importancia de la fiesta con la música sonando al pie de algunas tumbas. Algunas no fueron visitadas por los suyos pero alrededor la gente les puso color y vida. La catrina estuvo presente, muy solicitada por todos, especialmente niños y jóvenes que la veían con admiración.

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