ITHACA.- Tod@s estamos enojad@s con lo que está pasando en México, pero nadie lo ha ejemplificado de una forma más humana y potente como la señora Luz María Dávila, "Doña Mari", la madre de José Luis y de Marco, dos de los 15 jóvenes asesinados en Juárez, quien sin miedo le gritó al Presidente Calderón: "Póngase en mi lugar... Usted no es bienvenido a Juárez".
Como ningún activista ni académico ha logrado hacerlo, Doña Mari le dio voz y rostro al dolor humano detrás de políticas públicas fallidas, además de darle un nuevo contexto a la famosa frase feminista de "lo personal es político". La madre de José Luis y Marco Piña Dávila es la carne y los huesos de una percepción que cada vez parece más generalizada: el país está en ruinas y hay un solo culpable, Felipe Calderón Hinojosa.
En todos los sistemas presidenciales- como lo sigue siendo el mexicano, aunque no lo parezca - así se facturan los costos de un mal gobierno. La persona que ocupa el Poder Ejecutivo se lleva el crédito si las cosas van bien, pero se lleva especialmente la recriminación y la frustración de una nación entera cuando las cosas no marchan por buen camino. Estas son las paradojas del poder presidencial, en México, en Chile o en Estados Unidos: demasiados asuntos pendientes, altísimas expectativas ciudadanas, pocos recursos y pocos poderes formales para enfrentar todas las demandas y emergencias.
La amplia literatura académica en torno al presidencialismo ofrece varias herramientas interdisciplinarias para evaluar el liderazgo presidencial. En especial, el trabajo del politólogo Fred I. Greenstein brinda una revisión integral de este campo académico al sugerir cinco características para evaluar ese aspecto: comunicación pública, habilidades políticas, visión, conocimiento e inteligencia emocional. A su vez, el politólogo Samuel Kernell complementa la parte de la comunicación estratégica y política, el verdadero "motor del liderazgo presidencial.
Greenstein y Kernell habrían reprobado completamente el formato del encuentro del presidente Calderón en Ciudad Juárez.
En la presentación de ese nuevo programa para Juárez se volvió a ensayar con un formato que en Estados Unidos tiene una larga tradición, los llamados "Town Halls", reuniones en las que la democracia directa y la rendición de cuentas son ejercitadas. En tales "encuentros con el pueblo", la comunidad dialoga con sus autoridades sobre sus necesidades, las nuevas leyes, el sistema de transporte o una emergencia. El objetivo es doble: empoderar a los ciudadanos, pero al mismo tiempo acercar a las autoridades con la ciudadanía.
En septiembre del año pasado, en Los Pinos se ensayó con ese formato en un foro titulado "Diálogo Ciudadano". El experimento no fue tan malo: Calderón estaba en el centro, solo, con un micrófono, sin notas, respondiendo a preguntas de la gente, previamente filtradas. No fue un verdadero diálogo, pero sí un primer intento.
En contraste, en Juárez había una enorme mesa con manteles blancos y rojos -arreglada como para desayuno oficial- como símbolo de ese enorme océano, de esa brecha que cada vez se hace más grande entre la gente y su Presidente. Ni siquiera sirvió la presencia de Margarita Zavala. Calderón no fue capaz de pararse de esa mesa, romper ese abismo, acercarse a Doña Mari y pedirle perdón por la muerte de sus hijos, por llegar 10 días tarde a Juárez y por la desatinada declaración que realizó en Japón.
Por demás, sin una buena estrategia de comunicación de nada sirve que el proyecto que presentó Calderón en Juárez tenga o no algo de valor. Sin una buena estrategia de comunicación, de nada sirve sacrificar al partido para tratar de darle legitimidad a un secretario que es el único que hoy mantiene puentes hacia un sector importante de la sociedad civil organizada. Sin una buena comunicación, jamás se entenderá que la renuncia de Gómez Mont sea tal vez la única forma posible de conseguir una mínima reforma política.
Los momentos de crisis nos prueban a tod@s. Sacan lo mejor o lo peor de una persona. Especialmente para un presidente, una crisis lo obliga a tratar de convertirse en un líder. Podría aplicar y definir cómo se evalúan cada uno de los puntos sugeridos en la academia para evaluar el liderazgo del Presidente Calderón, pero nada más claro que su incapacidad para ponerse en los zapatos de Doña Mari.
Precisamente, Greenstein casi parece desechar los argumentos académicos al final. Al evaluar el liderazgo presidencial llega a la simple conclusión de que el Poder Ejecutivo "es un trabajo muy personal". Al evaluar el liderazgo de un Presidente, podemos hablar de las leyes que rigen el poder presidencial formal, de gráficas de efectividad en la relación parlamentaria, de alianzas políticas, de disciplina del partido en el poder, pero al final "todo llega a la naturaleza de la persona que se sienta en la silla presidencial".
Twitter @genarolozano