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¿Dónde colocarnos?

Relatos de andar y ver

ERNESTO RAMOS COBO

Ese gordo locuaz es un tipo pragmático sin duda, un parlanchín insostenible al que he llegado a querer. Un llavero de cadena apenas se le asoma de lado, como si fuera el catrín melancólico de aquellas épocas; pantalón desfajado es proemio de conversación desenfadada. Tiene las ideas claras, y eso le respeto. Habla tan rápido, que sus palabras siempre tratan de alcanzar el pensamiento.

La izquierda no va a llegar -me dice, porque México tiene que balancearse entre la derecha y la izquierda, tiene que ser medio, sin volverse radical, porque te vuelves extremista y después ultraderecha. Así no funciona el país. Eso el pueblo no lo aguanta.

Yo lo escucho: una voz chillona y una media sonrisa que encuadra una mazorca amarillenta. Es ya la media noche. Yo lo observo terminar las oraciones con un aire de suficiencia que lo infla, en serio, casi casi a los límites de flotar.

Hace rato hablabas de 5 mil pesos por cabeza -le digo, ¿estabas proponiendo un Gobierno paternalista?

Y allí, sin voltear, se arranca derechito: El Gobierno no va a ser paternalista. Simplemente va a dar a la gente, a la sociedad en su conjunto, las facilidades de cómo vivir, cómo mantenerse, cómo crear oportunidades para que la gente pueda desarrollarse, que no se queden viendo a los demás, que sean también partícipes de lo que está sucediendo en el mundo. El mundo cambia y tiene que crecer. Hay que enseñar a la gente a leer y escribir primero. Después dar las computadores, dar los medios, darles la oportunidad para crecer. Pero primero aprender a leer y a escribir. ¿De qué te sirve la Internet si no sabes leer y escribir?

Y si hablamos de educación, no sirve estar dando de gritos y crucificando y reprobando al sindicato de maestros y su actual dirigencia. Al sindicalismo mexicano no lo puedes quitar, lo tienes que renovar (dice enfático, sílaba por sílaba: re-no-var), porque ese sindicalismo sostiene la estructura económica y social de México. Recordemos que la mujer más poderosa de este país es la que maneja a todos los políticos, la que organiza los grupos, los bandos, ella es el Fidel Velázquez actual. Y con ella tenemos que acostarnos.

Y eso no podría ser negativo, al contrario. Eso funciona, eso da estabilidad. Los países tienen que tener líderes, tiene que haber grupos que organicen. Si no te organizas, no tienes estructura. Ese es el problema del PAN, que no ha podido crecer lo que ha debido crecer en sus oportunidades, porque le ha faltado construir bases. La ñoñocracia no aterriza y no se arremanga y no es pueblo. ¿Sólo 5 mil miembros inscritos en el Distrito Federal, cuando hay 22 millones en el área urbana? ¿Sólo 5 mil miembros? El PAN no existe.

Lamento no haberle pedido la fuente de los 5 mil miembros, para verificarlo. Pero, como es su costumbre, cierra la frase sonriendo, y después vuelve, introspectivo:

Es allí donde debemos colocarnos. Economía de centro, liberalizada y moderna, que dé oportunidades y educación a la gente, y donde el control y las estructura sea férrea. Y de allí para adelante. Al cabo confianza siempre va a haber, porque la creatividad de la gente existe. A la gente sólo le tienes que dar las oportunidades, eso es todo. Los poderosos tienen que bajarse a la realidad, no se pueden quedar arriba. Tienen que ceder los monopolios y los grupos de poder. Darles oportunidad a los demás. No todo en unas cuantas manos concentradas. Porque si no esto no aguanta.

Y así es como yo lo veo -me dice, despidiéndose con una sonrisa. Me tengo que ir. Es tarde. Y me está esperando una señora que recién conocí, y que tiene unas pestañitas tan largas que parecen de jirafa.

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