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Dos fantasmas

FEDERICO REYES HEROLES

 ¿P Udo Calderón haber sido desplazado del poder por la izquierda que lo declaró ilegítimo? ¿Tenía AMLO la fuerza para romper con el orden constitucional? ¿Hasta dónde las múltiples amenazas eran fanfarronadas que fastidiaron la vida de los capitalinos durante meses, pero que nacionalmente no podían ir más allá? México resultó mucho más ecuánime e institucional de lo que se dijo. También más aburrido, ni revuelta, ni revolución. Calderón tomó posesión sin elegancia, pero con un fuerte ingrediente de sorpresa. A partir del primero de diciembre las instituciones siguieron siendo eso, instituciones. Las mismas instituciones denostadas por la que fuera Oposición sostuvieron al PAN en el poder. Las Fuerzas Armadas, el enorme aparato administrativo, el Judicial, reaccionaron como se esperaba. Incluso los diputados perredistas se sentaron en sus curules, cobraron sus dietas, entre amenazas que nunca cumplieron.

El radicalismo de AMLO y sus huestes, lo dijimos, espantó a las crecientes clases medias y ahuyentó votantes a favor del PRD. Allí quedaron las elecciones locales del 2007 y 2008 y la federal del 2009. A pesar del estruendo provocado por una minoría y del excelente mercado internacional de ese tipo de notas, la realidad mexicana es otra. Para algunos eso será una decepción, pero el país está mucho más asentado en instituciones que en caudillos de temporal. El priismo la jugó al actor responsable y fue premiado por el elector. Los mismos mexicanos que habían votado por AMLO lo fueron abandonando. Él no corrigió, llevó a su partido -¿el PRD?- a su peor crisis histórica. Lo dividió. Hoy en varias entidades es la cuarta fuerza. En el país predominó el sentido común antes que la ideología, la sensatez antes que el rompimiento. En su tercer año de Gobierno, y a pesar de la crisis económica, Calderón goza de un buen nivel de aprobación mientras que los radicales se ahogan en sus palabras. Allí está la arquitectura de su desastre.

Sin embargo la gestión de Calderón sí quedó marcada por el fantasma de la izquierda. Para bien y para mal, el presidente moderó sus planteamientos, "rebasó por la izquierda" con los programa sociales y se lanzó a la conquista de un ciudadano que no le había dado el voto. Muchos lo acusaron de populista. Incluso la "guerra" contra el narco fue vista en ese contexto. Así fue su historia. Pero a partir del tercer año la gestión pareciera amenazada por otro fantasma: el retorno del PRI. El presidente y su partido dirigen sus baterías al 2012.

Las alianzas para las elecciones del 2010 -a pesar de estar en juego la reforma política, la fiscal y la laboral y en buena medida la prosperidad de millones o la inclusión en su Gabinete de "fichas" para la sucesión- desnudan que la lógica imperante es hacer lo que sea para que el PRI no regrese. Hoy se habla de alternancia pospuesta en varios estados y de la necesidad de una estrategia democrática como la que privó antes del 2000.

Los fracasos en siete entidades con alianzas similares -PAN y PRD juntos- no han sido asimilados. Incluso cuando ha habido triunfos los gobiernos surgidos han sido desastrosos abriendo así el paso al regreso del PRI. Cabe la pregunta, ¿están en la Oposición o gobernando? No se puede estar en ambos sitios a la vez.

El problema es que el tiempo se va. Si Calderón no aprovecha el 2010 para sacar algunas reformas de fondo, llegará al 2012 en el peor de los mundos: habiendo apostado a lo menos -elecciones locales- y sin legado nacional. Será la segunda Administración panista en esa condición. ¡Qué mejor escenario para la Oposición! Lanzar un pronóstico serio del 2012 es hoy inviable. El propio Calderón lo ha reconocido: "no hay ventajas definitivas". ¿Entonces? Las victorias dependen de una larga lista de factores. Sólo los especuladores profesionales, que tanto daño han hecho, aventuran conclusiones.

Así como en el 2004 nadie podía prever con seriedad quién ganaría en el 2006, hoy resulta irresponsable gobernar con esa brújula. Incluso los gobernantes exitosos pueden perder por motivos que son imprevisibles. Para qué caer en ese juego.

En la historia Felipe Calderón podría quedar atrapado entre dos fantasmas: la amenaza de la izquierda como resultado de la elección del 2006 y la obsesión por mantener a su partido en el poder en el 2012. Quizá su mejor oportunidad frente a la historia sea el 2010. Si decide con la mira en alto, pensando en lo más importante para el país en el largo plazo, podría dejar una herencia muy importante. Quizá ya sea demasiado tarde, apostaron a lo pequeño, así será la cosecha. Si se ofusca en ganar el 12 en el 10, su historia se ha acabado. ¿Podía la izquierda destronar al país en el 2006? Difícil. ¿Puede el PRI reimplantar su imperio en el 2012? Tampoco. México no es tan simple. Esos extremos por fortuna ya no existen. Estamos más allá, debemos estarlo. Por cierto, sólo quien cree en fantasmas puede verlos.

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