"Una vez que escuchas los
Detalles de la victoria, es difícil distinguirla de la derrota."
Jean-Paul Sartre
Dicen algunos funcionarios del Gobierno mexicano, y también el embajador Carlos Pascual de los Estados Unidos, que la violencia en México es reflejo del éxito en la lucha contra el narco. "Estamos empezando a tener un impacto -dijo el embajador en diciembre-y ellos están reaccionando."
Si es así, México parece estar teniendo un éxito extraordinario en esta guerra. Sólo así puede explicarse que, según versiones periodísticas, se hayan registrado 17 mil ejecuciones vinculadas con el crimen organizado en los tres años y medio de Gobierno del presidente Calderón.
Lo paradójico del caso es que en Estados Unidos, donde el consumo de drogas y por ende el tráfico son mayores, no se registra la misma violencia.
Cerca de 100 millones de estadounidenses han probado la droga cuando menos una vez en su vida. En México la cifra apenas llega a 5 millones. En la Unión Americana unos 18 millones de personas son consumidores habituales. En México la cifra difícilmente llega al millón. Para hacer llegar las drogas a un número tan alto de consumidores como el de Estados Unidos, se necesita una amplia red de distribución.
A pesar de sus altos niveles de consumo, considerados los mayores del mundo, en Estados Unidos no parece haber mucha violencia vinculada con el narco. Es verdad que hay casos aislados de enfrentamientos entre pandillas en algunos barrios pobres, pero no las sistemáticas ejecuciones que se han convertido en parte de la realidad cotidiana de nuestro país.
O el Gobierno de Estados Unidos no está teniendo éxito en la lucha contra el narco en su propio territorio o lo está teniendo con tácticas distintas a las que ha impulsado en México y que han provocado violencia.
Dos son las razones de esta violencia en México. La primera es la respuesta de los narcotraficantes a los intentos de las policías o el ejército por impedir sus actividades. La segunda, las luchas entre grupos de narcotraficantes que se han vuelto más intensas y sangrientas en los últimos años porque el Gobierno ha logrado detener o matar a muchos narcotraficantes, lo cual genera vacíos de poder que aspirantes a capos, más jóvenes y violentos que los anteriores, buscan llenar.
En Estados Unidos no hay tanta violencia como en México porque al parecer no hay un esfuerzo tan grande para interrumpir la distribución o la venta de drogas ni para detener o matar a los capos del narco. En muchos estados de la Unión Americana, de hecho, el consumo y la posesión de marihuana están virtualmente legalizados. Aun cuando hay penas en los estatutos para su uso y distribución, la Policía no se molesta en detener a los responsables. En algunos lugares, de hecho, la marihuana ya está formalmente legalizada para usos terapéuticos: sólo se requiere de un certificado médico para adquirirla. Este trato no es poca cosa, ya que la mariahuana representa alrededor del 90 por ciento del consumo de drogas en ese país.
Quizá en México estamos teniendo un éxito extraordinario en la lucha contra el narco y estamos pagando por él con sangre. Pero creo que el triunfo que se está logrando en Estados Unidos es más sensato. Implica no perseguir con tanto ahínco el consumo o la distribución y no generar enfrentamientos violentos con los narcotraficantes ni provocar luchas por el control de territorios tras la detención o la muerte de algunos capos.
Julio César Godoy, el diputado electo por el PRD y medio hermano del gobernador de Michoacán, Leonel, ha obtenido un amparo en contra de la orden de aprehensión en su contra que tiene la PGR. En enero 12 de 32 servidores públicos michoacanos tasmbién acusados de vínculos con el narco, y privados de su libertad durante ocho meses, fueron liberados. ¿Cuántos inocentes más estarán en la cárcel sin los abogados que les permitan obtener la libertad ante las acusaciones de la PGR?
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