Hoy en día es común escuchar sobre ecología, como la ciencia encargada de buscar posibles soluciones o plantear actividades que se pueden llevar a cabo, con el propósito de hacer frente a los cambios climáticos que sufre nuestro planeta Tierra.
Sin embargo al hablar de ecología emocional, el significado cambia, pues consiste en el arte de dirigir nuestras emociones y sentimientos de forma que su energía promueva conductas que aumenten nuestro equilibrio personal, relaciones interpersonales y por consecuente el cuidado de nuestro medio ambiente.
Es preciso subrayar la relación entre la ecología emocional y la ecología ambiental junto con el mundo afectivo. De la misma manera en que a veces nuestros comentarios o acciones perjudican o benefician a los demás, es como debemos cuidar el entorno natural que nos rodea.
Los malestares del día a día que vamos acumulando con el paso del tiempo, llegan a asemejarse a residuos tóxicos de fábricas, que desechamos a quienes nos rodean.
Es decir, de la misma manera en que vamos desechando sentimientos de ira, angustia, resentimiento, envidia y miedo a los demás, es como el mundo se va llenando de partículas tóxicas emocionales.
Reflexionar sobre el trato que ofrecemos a los demás, nos abre los ojos del por qué somos tratados de cierta manera. Lo que emitimos marca la diferencia.
En el actual mundo globalizado, la "comunicación sin fronteras” ha permitido que nos contagiemos (sin importar las distancias) de costumbres, ideas, emociones y conductas diferentes. Todo ese intercambio de información en grandes cantidades debe ser procesada de manera eficiente para mantener el equilibrio. La dirección que damos a nuestras emociones internas repercute de manera sorprendente en el comportamiento emocional global.
Podemos ofrecer alegría, ternura, gratitud, sensibilidad, amor, serenidad como manifestaciones de la responsabilidad que tenemos con nuestro ecosistema afectivo y ecosistema natural, ya que ambos son frágiles e interdependientes. Duda no cabe que es imperativo proteger la naturaleza.
Las actitudes negativas son las responsables de desencadenar un calentamiento global emocional, dañando nuestro organismo y el de los demás. Es por eso que las emociones deben ser recicladas para deshacernos de la tensión que producen, incluso se deben desechar los residuos emocionales para así poder descansar de los caos, sufrimientos o destrucciones, sin buscar culpables y mostrándonos responsables ante los sentimientos que nos inundan. El proceso de desechar, sobresale entre la multitud al responder a la necesidad de una higiene indiscutiblemente necesaria.
Dar salida no agresiva a nuestro caos interno, nos permite “poner los pies sobre la tierra” para reconocer que somos seres interdependientes y que conviene dirigir la energía hacia la mejora personal y social.
El ejercicio de una misma acción puede emanar resultados completamente diferentes si la fuente de energía emocional es contaminante o limpia.
¿Por qué no levantarnos por la mañana sin ánimos de ofender? ¿Por qué no gozar de la libertad de no juzgar? El calentamiento emocional global conlleva enormes consecuencias que no nos podemos dar de lujo de pagar. La invitación a proteger tu vida emocional está abierta si crees ser capaz de evitar quejas, insultos, juicios de valor, menosprecios, chismes. No es difícil, simplemente es cuestión de no despilfarrar o desgastar nuestras energías en personas u objetivos inconvenientes.
La mejora que podemos lograr es interna, con nosotros mismos; eso de tratar de cambiar al mundo a través de querer cambiar a las personas es invertir tiempo en vano.
Decidir formar parte de la solución, te excluye de ser parte del problema. Piénsalo, no ignores a los demás, perdona, revisa lo que siembras, compórtate coherente, fluye positivamente. Empieza por ti mismo y sacúdete lo que atenta contra el equilibrio de tu persona y naturaleza.