“Me limito a llamar la atención sobre el hecho de que las Bellas Artes son el único maestro, fuera de la tortura.” Bernard Shaw.
Violencia, delincuencia, contaminación, explotación sexual, homicidio, corrupción, maltrato animal, abuso, machismo, discriminación, injusticia, crueldad… son problemas culturales en México y podrían ser originados –me atrevo a sustentar– en la ineficiencia de educar humanísticamente en los niveles primarios a través del arte y la filosofía: teatro, literatura, poesía, pintura, escultura, danza, música, dibujo, ética, historia… no sólo como técnicas y conceptos, sino en su esencial capacidad de permitir el sentir, expresar, creer, razonar y vivir como individuos valiosos por sí mismos en nuestro entorno. La actual sociedad mexicana ha encumbrado otros valores extrínsecos del ser y transmitido creencias equívocas por medio de la educación formal e informal a todos nosotros.
¿Cómo formar humanos si estas materias y sus métodos son generalmente obsoletos o menospreciados? El artículo 27 de los Derechos Humanos es la prerrogativa de “tomar parte libremente en la vida cultural de la comunidad, a gozar de las artes y a participar en el progreso científico”. ¿Hemos exigido este derecho? ¿Por qué de los millones de mexicanos sólo pocos se interesan y saben apreciarlo? La formación humana es soslayada y los vulnerables son los niños en etapas tempranas del desarrollo, víctimas de la marginación económica, cultural, educativa y social; los vulnerables de ser los asesinos, corruptos y mediocres del futuro.
El estudio del arte, la filosofía y las humanidades en general es desestimado y privilegiado: esto es exclusivo de intelectuales, al pobre no le interesa, son materias de relleno, te vas a morir de hambre, hay cosas más importantes. Poco se valora la sensibilidad y la imaginación frente a lo demás. La educación artística y filosófica son sólo adornos. Sin embargo, estos estudios son esenciales en el desarrollo humano íntegro; necesidad reconocida, pero poco investigada para ser compensada: las humanidades no satisfacen su demanda.
No es crear legiones de cultos; es educar a TODOS a través del arte y la filosofía para su desarrollo emocional e intelectual; es adquirir hábitos y valores como la sensibilidad, la expresión, la contemplación, la curiosidad, la disciplina, la libertad y la pasión. Todo esto se cultiva desde niños y todos (delincuentes, políticos, empresarios, ustedes y yo) fuimos niños. Difícilmente una persona con un sentido de reflexión y de sensibilidad cometerá actos crueles o ejercerá una ciudadanía y una vida mediocres.
Es cierto: el cambio social es lento y no hay utopías. Pero si seguimos despreciando las humanidades, ¿cómo exigir humanidad de parte de todos? Un listón blanco no es suficiente: hoy debemos abrir nuestras mentes, reconsiderar lo valorado, exigir una educación humanística, promover la investigación científica y social eficiente y sobre todo ser partícipes de potencializar a los vulnerables, capaces de reconstruir esta sociedad. No nos conformemos con una escuelita de bardas pintadas de rojo o azul pues sólo tendremos un pueblo pobre y corrompido en cuerpo, mente, alma y espíritu para ésta y las próximas generaciones.