S On varias las versiones, pero todos coinciden en que la renuncia del Secretario de Gobernación, a seguir militando en el PAN, fue producto de que la política interior del país corresponde a quien ocupa el despacho de Bucareli, en tanto las alianzas que el PAN efectuaba en varios estados para competir, unidos con un candidato común, en las próximas elecciones derrumbaba un compromiso que había efectuado su oficina en sentido contrario, con el PRI, lo cual produjo una renuncia escrita de la que no quiso revelar, por discreción profesional, las razones que lo orillaron a formularla. Luego, varios columnistas de periódicos adujeron que él había pactado comprometiéndose a que su partido, el PAN, no celebraría alianzas con motivo de las elecciones en Oaxaca, a cambio habría la aprobación de un proyecto del Gobierno Federal. Al seguir su partido adelante, los que se coaligaban lo dejaron colgando, como pintor de brocha gorda al que le quitan la escalera.
¿Cuál es la verdadera razón de la sinrazón?, antes, cuando no había un pista sólida de por qué se había sucedido un hecho, como en los días de la Revolución, se solía decir "'verigüelo Vargas", ahora dada la ausencia de información, se da paso a cualquier especulación y con el ánimo de salir de ese círculo vicioso: que no, que sí, que quién sabe, echaremos nuestro gato a retozar o sea que buscaremos, en beneficio de nuestros lectores, una teoría que creo tan certera como la mejor, acerca de los motivos que impulsaron a dimitir de su militancia en el partido político que dirige el joven César Nava. Puede ser que sea fruto de una febril imaginación, pero al sellar sus labios para no decir el porqué de su retiro, da pábulo a que prive la especulación, pudiendo estar acertada o equivocada, como cualquier reflexión que han manejado los medios.
Veamos. No han pasado muchos días desde que se creó el problema, cuando el Presidente andaba fuera, visitando el país del sol naciente, le llegó la errónea información de que estudiantes masacrados en una fiesta particular, celebrada en Ciudad Juárez, eran parte de una pandilla de jóvenes dedicados a actividades ilícitas, lo cual propició que el Presidente desbarrara.
La cosa se descompone cuando Fernando Gómez Mont, cuyo linaje se remonta a los orígenes del propio partido, consideró pertinente manifestar que no continuará siendo integrante del PAN, reservándose el porqué, diciendo tan sólo que ya no cuenten con él. Lo que quizá no ponderó fue la trascendencia política que daña a su amigo el Presidente, haya consultado o no, su súbita salida del PAN, donde despacha como dirigente precisamente otro de los hombres del Presidente. Si, sabemos que sus principios se vieron afectados por la decisión del PAN de participar conjuntamente con partidos de distinta ideología, léase PRD, debió considerar que un acuerdo consensuado debe acatarse obligatoriamente por las minorías. Que si ese resultado iba en detrimento de su filosofía política, de no pactar con el enemigo, debió pensarlo antes de aceptar su pertenencia a un órgano colectivo que toma sus decisiones en que la voluntad de uno está sujeta a la voluntad de las mayorías. Que el partido al resolver las alianzas obstruye los acuerdos que corresponden al secretario de Gobernación, encargado de la política interior, deja la sospecha válida de que quien en realidad lo está torpedeando es el propio Ejecutivo, pues nadie que tenga dos centímetros de frente puede pensar que Cesar Nava esté obrando sin enterar previamente al Presidente. Sería conveniente que Gómez Mont leyera El Príncipe, obra magistral de Maquiavelo cuya vigencia aún se conserva a pesar de haber transcurrido más de quinientos años de haberse escrito, si ya lo hizo antes le sería de vital importancia releerlo.
En fin, si aceptó participar en un cargo político está expuesto a que el día menos esperado se prescinda de sus servicios. A Fernando Gómez Mont le bastaron únicamente 87 palabras para dar por concluida su permanencia, de toda una vida, dentro del PAN. En cada sexenio ha habido casos de secretarios que tiran la toalla por diversas razones. El caso de Jesús Reyes Heroles, es paradigmático, a la sazón secretario de Gobernación, después de ocupar varios cargos de la más alta jerarquía dentro de la administración pública, de quien dijo el presidente José López Portillo era un político ortodoxo que presentaba su renuncia para dedicarse a leer y escribir. En realidad lo estaban echando sin contemplaciones por su resistencia a aceptar la visita de un vicario de Cristo. Adviértase que era un ideólogo, hasta nuestros días, muy respetado. Recuerdo una frase del maestro Reyes Heroles, muy a propósito de lo que ocurre en estos días, que decía: "en el ejercicio de la política hay que aprender a lavarse las manos con agua sucia".