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El arte suspendido en la piedra

Cementerio de La Recoleta

El arte suspendido en la piedra

El arte suspendido en la piedra

Gregorio Muñoz

Ubicado en el corazón del barrio al que le da su nombre, el cementerio de La Recoleta es un enclave que aloja los restos de grandes personajes de la vida nacional argentina. Es también un atractivo turístico, un viaje al pasado de y una excepcional colección de obras de escultura y arquitectura funeraria.

LADRILLOS

Los padres Recoletos construyeron el convento y la iglesia del Pilar a inicios del siglo XVII. Con la expropiación del primero, su huerta y su jardín, se estableció un camposanto público en 1822 denominado inicialmente cementerio del Norte. Por razones de política urbana e higiene quedó suspendida así la costumbre de enterrar los restos humanos en las iglesias.

La traza y diseño, obra del ingeniero francés Prosper Catalán, le dieron su fisonomía. Los restos de un infante, hijo de un esclavo liberto, fueron los primeros en ser inhumados ahí. Le seguiría con el tiempo una pléyade de personajes ilustres.

Escultores y arquitectos reconocidos, artistas y artesanos anónimos, han contribuido para conformar una colección que por su calidad y número, hacen de este lugar un museo sui géneris.

LOS DOLIENTES

Rodeada de edificios residenciales e importantes instituciones culturales, la necrópolis se yergue entre enormes muros, solemne, como continuación de la ciudad misma. La apacible plaza aledaña y la vida sosegada de la zona ofrecen un marco respetuoso al escenario. Parte fundamental del Barrio Norte, fue el primer asentamiento en la parte alta del puerto, lejos de la insalubridad ribereña.

Un pórtico alegórico da acceso al recinto. La ordenada disposición geométrica de sus calles facilita los pasos perdidos y las cavilaciones de sus numerosos visitantes. Pletórico de símbolos e imágenes, es un singular recordatorio del final de la existencia terrena.

BAJO TU MANTO DE HIERBA

Vida y muerte encriptadas en símbolos, como las dos antorchas invertidas que se cruzan. Una columna quebrada es la remembranza de la existencia abruptamente interrumpida. Las esencias del romanticismo y sus obsesiones clásicas engalanan con sus órdenes las breves fachadas, reminiscencias de los templos griegos.

Las parcas materializadas en las formas de un huso y un par de tijeras. Las serpientes que se muerden la cola son la encarnación del infinito. El búho con sus alas extendidas es el pregonero de la muerte; cerca, un cóndor marmóreo despliega también las suyas en añoranza de las lejanas cumbres andinas. El eventual tono de decadencia rinde tributo a las nostalgias ruinosas de Ruskin.

LOS PUÑOS DE PIEDRA

Sueños hechos de piedra, como la mirada esquiva de Firpo, el célebre Toro de las Pampas que hace guardia en el umbral de su cripta, mientras callan las voces del Luna Park y la arena de boxeo neoyorquina. Un ramillete seco es el tributo sobre un muro añoso que con el olvido, lentamente se ha cubierto de líquenes.

La arquitrabe remata las rojas iridiscencias de granito con un apellido grabado: Casares; dentro, los retos mortales del escritor Adolfo Bioy son silencio. En el estrecho pasadizo una multitud desfila interminable frente a la cripta familiar de los Duarte, donde yace con los suyos Eva Perón. Las placas metálicas con el perfil inolvidable de Evita son el balcón donde ahora ella preside, inmutable.

ALAS DE PACIENTE ESPERA

A golpe de martillo los canteros, escultores y artistas migrantes encontraron el camino de la piedra en este lado del océano. Sus manos liberaron del yugo de los sólidos bloques pétreos a las figuras angélicas. Reprodujeron bustos heroicos, torsos hercúleos, ninfas guardianas del territorio de Hades. El bronce marcial convertido en blasones, tributos póstumos de las cruentas gestas que forjaron la patria.

Tanto en la sencilla lápida como en el suntuoso mausoleo de mármol extranjero, dieron rienda suelta a sus impulsos creadores o a los caprichos de los patrones, materializando uno de los conjuntos mortuorios más notables del continente.

EL OTRO ÁNGEL

No sólo la piedra con sus rugosas solemnidades reina en este remanso urbano. Entre las sombras de bóvedas, cenotafios, catafalcos, nicheras y lápidas, deambulan los gatos. Somnolientos, se estiran atisbando recelosos las ramas pletóricas de pájaros. Las falanges verticales de los cipreses afirman su adusta presencia y dan orden a la perspectiva.

Una araucaria extiende su brazos de arco como asiendo la bóveda azul poblada de nubes. Las sombras son también el abrigo para la última plegaria, el bocadillo del almuerzo después de un recorrido interminable, o el descanso de la faena diaria. El paisaje verde y vivo, como marco para la calma y la penumbra.

QUE PASARON Y DESCANSAN ESPERANDO

Y sí, ese mismo empeño por plasmar en los edificios el espíritu de toda una nación, que es el sello del antiguo Buenos Aires, se manifiesta aquí acrisolado. Dentro del cenotafio la oquedad es la presencia de un ser que sólo en el imaginario descansó sus restos mortales. Las declaraciones póstumas plasmadas en palabras de piedra y metal son un tributo al antiguo comerciante, a la poeta inveterada, al amor frustrado, a la tragedia que nadie quiere recordar.

En el silencio quedan suspendidos los más audaces empeños y las más abyectas locuras. Así, una esposa despechada da la espalda al oprobioso compañero, petrificados ambos sobre el catafalco por los siglos de los siglos.

TRES GENERACIONES

Entre tinieblas, Borges soñó alguna vez La Recoleta como el lugar para sus cenizas. En este reino del silencio, bajo el sol porteño, día a día se renueva la ilusión por prolongar la existencia más allá de la muerte. La melancolía del bandoneón permea los rincones de este enclave que en su solemnidad nos recuerda la caducidad corpórea.

Aquí la muerte adquiere un rostro con el que la vemos menos severa. Bajo la suavidad de la piedra pulida, en la pátina del busto añoso, oculta su inevitable existencia. Ciegos a ella los visitantes encaminan sus pasos, deambulan reflexivos o se retraen en el tiempo suspendido, mientras un caudaloso río corre en pos del mar interminable.

Correo-e: gregoriomunozcampos@hotmail.com

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