"No esperes que el Gobierno
Resuelva todos tus problemas."
Barack Obama
El gran ausente este año en el Foro Económico Mundial será el presidente de los Estados Unidos, Barack Obama. No es común, sin embargo, que un presidente estadounidense acuda a Davos. George W. Bush nunca lo hizo, si bien asistió en 2008 a una reunión regional del Foro en Egipto. Clinton llegó en el último año de su gobierno, en 2000.
En este momento, sin embargo, Obama tiene problemas más complejos en la mente que acudir a Davos. Para empezar mañana por la noche, el día en que se lanzan formalmente las actividades en Davos, el presidente estará presentando su primer informe de gobierno tras un año en la Casa Blanca. Y si comparamos el optimismo que había en Washington y la Unión Americana hace poco más de un año, el 21 de enero de 2009, cuando asumió la Presidencia, el ambiente ha cambiado de forma radical.
Si bien Obama sigue siendo muy popular en el extranjero, y ciertamente lo es en un foro "políticamente correcto" como Davos, su respaldo en la Unión Americana ha descendido con rapidez. El 21 de enero de 2009, el día de su inauguración, Obama registraba una aprobación de 65 por ciento en las encuestas de Rasmussen Reports. Para este 24 de enero la cifra había caído ya a 46 por ciento. No está mal, si consideramos las cifras de 30 por ciento que llegó a tener George W. Bush, pero es una caída de 19 puntos en apenas un año.
La ausencia física no hará que el presidente de los Estados Unidos sea ignorado en Davos, por supuesto. Al igual que en 2009, muchas de las discusiones se centrarán en sus políticas. Un amplio ejército de funcionarios del Gobierno Federal estadounidense, encabezados por Larry Summers, ex secretario del Tesoro, ex presidente de la Universidad Harvard y actualmente director del Consejo Nacional Económico de la Casa Blanca, estará presente en la reunión.
Hay ya un reconocimiento de que los primeros meses de gestión de Obama, que culminaron en diciembre con su participación en la cumbre de Copenhague sobre el cambio climático y con la prematura concesión del Premio Nobel de la Paz, fueron demasiado fáciles. Los simples discursos del primer presidente de color en la historia de Estados Unidos parecían garantizarle la popularidad.
Hoy las cosas han cambiado. El romance con la izquierda se ha amargado por su aumento de las tropas estadounidenses en Afganistán, sus titubeos acerca del futuro de la intervención militar en Irak y su demora para cerrar la ilegal cárcel de Guantánamo. La siempre compleja relación con la derecha se ha desmoronado por su mantenimiento de un alto déficit de presupuesto heredado de Bush, por su propuesta de una reforma de salud que eleseguramente elevará los impuestos de los estadounidenses y por su intento de establecer controles sobre los bancos que a juicio de muchos debilitarían más a las instituciones financieras de los Estados Unidos.
Obama tiene todavía grandes oportunidades para hacer cambios de fondo en los Estados Unidos. Pero una vuelta por Davos no le vendría mal. Quizá en el Foro entendería que de nada sirve aumentar el gasto gubernamental o los servicios públicos si no eleva la productividad de la economía. No es difícil repartir dinero, especialmente en la sociedad más rica del planeta; lo difícil es producir riqueza que después pueda distribuirse. Pero ninguna de las medidas que ha anunciado Obama en su primer año de gobierno va destinada a ese propósito.
Por supuesto que es inquietante que un deportista profesional esté en un antro un domingo a las cinco y media de la mañana. Pero lo que realmente preocupa es que, a pesar de que supuestamente se revisa a todas las personas que entran en los centros nocturnos, alguien pueda entrar todavía con una pistola. El procedimiento de seguridad falló. Y en peligro están no sólo los futbolistas sino todos los que acuden a ese lugar de diversión y quizás a otros.
