Lo mínimo que puede esperar un ciudadano de sus gobernantes es comprensión. Si un presidente no intenta comprender al pueblo al que pretende dirigir, la toma de decisiones queda reducida al capricho personal, a la ocurrencia, a la palabrería.
El presidente de la República, Felipe Calderón Hinojosa, viajó el sábado a Bogotá para asistir a la ceremonia de juramentación del nuevo jefe de Estado colombiano, Juan Manuel Santos. Ahí fue entrevistado por Radio Caracol. Ante el cuestionamiento de qué tanto le quitan el sueño las amenazas del narcotráfico, el primer mandatario mexicano respondió: "A mí básicamente me quita el sueño el café y algunos temas de Gobierno que son complejos y difíciles".
Esta declaración de Calderón no sólo demuestra una completa incomprensión hacia la sociedad en la que gobierna, sino una total falta de sensibilidad respecto a lo que día a día padece el grueso de la población debido a la escalada de violencia en la que se ha metido el país. Con su respuesta, Felipe Calderón quiso sonar gracioso y terminó por parecer frívolo, insensible y temerario.
Por si fuera poco, el presidente hizo alarde de la protección con la que cuenta y de la cual carece la mayor parte de los ciudadanos. Dijo: "(...) estoy decidido a trabajar a todo pulmón, como dice la canción, por lo que creo. He decidido poner la vida en ello y no tengo preocupación por lo que pase después. Además los riesgos son algo inherente al cargo y tengo muy buena protección del Estado Mayor Presidencial".
Decir que no le quitan el sueño las amenazas del narco porque él tiene "muy buena protección", es un argumento por demás egoísta. Tal parece que a Calderón muy poco o nada le preocupan las matanzas de jóvenes en Torreón, el coche bomba en Ciudad Juárez, los constantes bloqueos en Monterrey, los casi 30 mil asesinatos en lo que va de su sexenio, los secuestros, los asaltos, las extorsiones, en fin, toda esa violencia a la que se enfrenta el ciudadano de a pie en su vida cotidiana y que frecuentemente -a éste sí- le espanta el sueño.
En medio de la tragedia que viven miles de personas como consecuencia de la inseguridad, las declaraciones del presidente son lo más parecido a una burla y a una ofensa que, aunque involuntarias, no por eso menos graves. A tal grado llega su insensibilidad e incomprensión hacia quienes, con sus impuestos, lo mantienen donde está, bien protegido, para que, dichoso él, pueda dormir tranquilamente.
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