En la mitología griega Prometeo es el amigo de la humanidad, honrado principalmente por robar el fuego de los dioses, para darlo a los hombres, castigado por Zeus, llevado al Caucaso, que se encuentra al sudeste del continente europeo entre el mar Negro y el mar Caspio, lugar en el que fue encadenado a una roca, acudiendo una águila a comerle el hígado durante el día, que como todos sabemos en las noches volvía a crecerle y al día siguiente volvía el ave de rapiña a devorarle la víscera y así sucesivamente hasta que fue liberado. El dios Zeus no se conformó, en verdad estaba encorajinado, por lo que ciego de ira mandó que se hiciese una mujer de arcilla a la que se llamó Pandora entregándole una caja que contenía: plagas, dolor, pobreza, crimen y otras desgracias similares, la curiosidad hizo quitarle la tapa, mismas que desde entonces se pasean por el mundo. (Pareciera que la caja hubiera sido expresamente traída a nuestro país y su contenido vaciado encima de nosotros; esto lo explicaría todo. Siempre y cuando no se tratara de un mito y vaya que aquí no lo es).
No se ha dicho toda la verdad sobre cómo los padres del WikiLeak lograron reunir enorme cantidad de documentos clasificados, dando la impresión de que los agentes de esa organización son como espíritus fantasmales que lograron atravesar sin ser vistos puertas con sofisticados cerrojos colándose al interior sin ser notada su presencia. Escribir un secreto sin luego de ser leído por personal autorizado, quemarlo en un incinerador, sería lo más lógico si se quiere que no trascienda. Dejarlo guardado aun con mil llaves no es suficiente, esta vez no ha sido suficiente. Como dice el dicho, después de ahogado el niño se quiere tapar el poso, cuando además del sitio en Internet, cinco periódicos de prosapia en el mundo cuentan con una copia haciendo difícil evitar que salgan a la luz pública. Los secretos muy pronto dejarán de serlo.
Ya le echaron el guante. El mundo no es lo suficientemente grande como para que aun un personaje como Julian Paul Assange lograra esconderse. Ahora habría que preguntarse si resistirá las presiones que se le vienen encima. No es lo mismo disfrutar de libertad que estar privado de ella. El encierro por sí mismo es mortífero. El paso de los minutos, las horas, los días se vuelven lentos, pesadamente lentos para quien está en prisión. Aquí en Torreón ilustres personajes del mundo social al caer en la cárcel, me consta, hallaban consuelo en dormir de día y como los murciélagos, dejaban pasar las horas nocturnas en vela, lo que consideraban mejor que ver el tiempo caminar con pasos de tortuga, a la luz del sol. Aunque la jaula sea de oro, dice la conseja, no deja de ser prisión. Los gringos son buenos para arrebatar confesiones. Sus presidios son inexpugnables.
No se sabe qué estará pasando por la cabeza del australiano cuando se ha convertido en un héroe de la comunicación. Un esforzado paladín de la noticia sin cortapisas. ¿Lo harán trizas, como una manada de leonas atrapa un cervatillo devorándolo hasta no dejar más que una mancha sanguinolenta? Estará consciente Julián Paul de que pase lo que pase, de aquí en adelante ya nada será igual. Es el Prometeo moderno que conjuró a los dioses de la moderna mitología, para poner una pica en Flandes a la nación más poderosa de hoy en día; (poner una pica en Flandes es una expresión que se utiliza para indicar que se ha realizado algo muy complicado y costoso y que además supone un hito) trajo la luz de su antorcha para transparentar acciones encubiertas de la cuales se escuchaba el ruido, despidiendo un fuerte olor, como si se tratara de una flatulencia cuyo origen y destino se ignoraba. ¿Será calificado por la historia, como el ratón cibernético que se ha atrevido a ponerle el cascabel al gato?