Durango

EL CIRCO DE LO ABSURDO A SIMPLE VISTA

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EL CIRCO DE LO ABSURDO A SIMPLE VISTA

LUIS E. LOZANO

A los diputados sólo les falta sesionar bajo una carpa para ser parte de un circo. En el Congreso local hay payasos, animadores y fieras salvajes. Fue la categoría adquirida durante el primer periodo ordinario de sesiones por la LXV Legislatura, concluido ayer.

Tan sólo en esta semana, fueron dos los hechos que más resaltaron. Y para nada por su importancia legislativa: uno, Gustavo Santiago Pedro Cortés acudió al Congreso con "un par de copas de más", según sus propias palabras; otro, Luis Enrique Benítez Ojeda asumió como una verdad que tiene la gracia suficiente para, al repartir medios kilogramos de tortillas entre sus compañeros, caer en simpatía con los más necesitados.

Al diputado oaxaqueño, Pedro Cortés, nada le salió bien. El aliento alcohólico no lo pudo negar: al menos cinco reporteros que se acercaron a entrevistarlo y varios trabajadores del Congreso lo notaron.

Al día siguiente, sumido en una resaca moral tras la exhibición pública recibida, se quiso reivindicar: "aquí han pasado cosas peores"..."los periodistas a veces exageran"..."nadie es perfecto". Total, sin que alguien más que él tenga culpa, ahora pesa sobre él un estigma que difícilmente se podrá quitar de encima.

Ya de por sí, el de Nochixtlán no llegó al Congreso de la mejor manera: antes de terminar el proceso electoral, su partido -el del Trabajo- decidió acabar con la candidatura plurinominal de Vladimir Martínez, hijo del excandidato a la gubernatura por ese mismo partido, Gabino Martínez Guzmán.

En su lugar se quedó Gerardo Estrada, que fue obligado a renunciar cuando a Gustavo no le alcanzó con estar ubicado en el segundo escaño de representación proporcional. La suplente de Estrada, María del Socorro Páez, hizo lo propio: eliminaron a las tres primeras opciones para llevar al Congreso al ahora diputado. Maña política.

A ver cómo le hace para recuperar su credibilidad, ya desgastada antes de que decidiera beber antes de la sesión.

Benítez, por su parte, sin tener las virtudes para ello, se empeña en adquirir simpatía social, política y mediática, haciéndose el gracioso: sí, llama la atención, pero no cae bien. Es un mal payaso; bien le vendría aprovechar al famoso y casi extinto "Pelobello", que hizo ya del palacio legislativo su segundo hogar. Como dicen en el argot popular, Benítez "tiene sangre de cochino".

Ni siquiera tuvo la habilidad para aterrizar sus intenciones tortilleras. Repartió medios kilos, ¿y qué? No llegó a ningún lado. Comprendimos lo que quiso decir, pero nadie le entendió.

Sin embargo, la actitud del priista va más allá de intentos creativos fallidos: quiere ser más que los demás. Benítez es ambicioso, protagonista. Y está resentido.

El ex diputado federal no le perdonará a sus líderes que lo hayan relegado de la Gran Comisión para dejarle ese espacio a Adrián Valles. Cada que pueda pateará el pesebre, esbozando esa enorme sonrisa que a nadie contagiará. Ay, Benítez... No por nada su compañero de legislatura y partido, Jaime Rivas Loaiza, lo califico de ridículo con palabras altisonantes. Pero eso no le importa; con quitarle el reflector a los otros se da por bien servido.

De eso y más pasa en el Congreso.

Así, ayer concluyeron los primeros 106 días de actividad continua en el "Circo de lo Absurdo". A partir de hoy empiezan sus vacaciones: no volverán a sesiones ordinarias sino hasta el próximo 15 de marzo: 92 días de receso, en los que tendrán como responsabilidad política hacer mucho, aunque están obligados a nada.

Nos libraremos de ellos por un buen tiempo. Quizá sea lo mejor. Nos quedaremos sin circo, pero no sin pan.

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