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El comentario de hoy

FRANCISCO AMPARÁN

Presidente polígamo (I)

Hay países y ciudades que realizan ínclitos esfuerzos tratando de conseguir la sede de eventos con impacto y cobertura mundiales. En el proceso, con frecuencia gastan hasta lo que no tienen, y concitan esperanzas que luego pueden verse desairadas... lo que no le cae muy bien que digamos al público que tuvo que pagar la candidatura con sus impuestos.

¿Para qué tanto gasto de energía? ¿Vale la pena? Bueno, ello depende de las perspectivas y visiones estratégicas de quienes se lanzan a buscar la sede. En el caso de las Olimpiadas, éstas suelen servir como escaparate y prueba de que una sociedad (aunque la sede Olímpica le es otorgada a una ciudad, no a un país, al festejo se cuela todo mundo) ha alcanzado la madurez; que es capaz de grandes empresas y de que se le tiene que tomar en serio. Por eso cuando la sede olímpica le fue otorgada a Beijing, y luego a Río de Janeiro, chinos y brasileros festejaron como si todos se hubieran sacado el MeLate: era un reconocimiento por parte del mundo de que China y Brasil ya son relevantes y tienen que ser tomados en cuenta en el Siglo XXI.

Claro que hay países que, pese a haber sido sedes olímpicas o del Mundial de Futbol, nada más no han dado el estirón. Véanse los tristes casos de las Olimpiadas de 1968 y los Mundiales de Futbol en 1970 y 1986 en México: cada vez somos más irrelevantes, cada vez nos hallamos más atrasados y cada vez nuestra clase política está más ciega de por qué ha venido ocurriendo todo ello en las últimas tres décadas. Otros ejemplos: Sarajevo fue sede olímpica y luego escenario de las peores atrocidades en suelo europeo de las últimas generaciones. Y Argentina organizando el Mundial de 1978 mientras miles de sus ciudadanos eran torturados por el Gobierno militar... y sigue en la intrascendencia que no sea futbolística.

También hay países que buscan organizar esos eventos para ser mejor comprendidos por el resto del mundo. Para que se vea que la imagen que sobre ellos se suele tener está equivocada. Fue el caso de Moscú 1980, cuando los soviéticos quisieron demostrar que, pese a la propaganda mensual del Selecciones del Reader's Digest, ellos no comían niños ni violaban monjas como deporte nacional.

Y algo así ocurrió con Sudáfrica, el país relativamente más próspero del África Negra, que afanosamente buscó y ganó la sede del Mundial de Futbol de este año. Los sudafricanos querían mostrar que no todo el continente negro es un caso para la basura; que al sur del Sahara hay sociedades capaces de enfrentar retos y asumir compromisos de clase mundial. Y que la imagen exótica y de atraso que usualmente se tiene de África está equivocada.

Claro que todo ello también le obliga a exponer y explicar sus peculiaridades... no siempre con fortuna. Que es sobre lo que trataremos el día de mañana.

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