Poca gente lo aprecia, pero los setenta años de gobiernos priistas tuvieron una serie de efectos a largo plazo que nos siguen afectando. Entre otros: primero, que durante todo ese tiempo no se hizo política, sino grilla y politiquería. Segundo, que en esas siete décadas México no volteó a ver lo que ocurría en otras latitudes, de acuerdo con la machacona propaganda priista sobre la "singularidad" de nuestro país... como si México fuera Marte o Alfa Centauri y no un país como cualquiera otro. Y tercero, que los partidos políticos mexicanos no tuvieron la menor oportunidad de modernizarse y estar en congruencia con los tiempos. El PRI, porque ello va contra su naturaleza: nació, vivió y morirá (¿?) en la premodernidad, como lo atestiguan los últimos nueve años de su triste, mayormente estéril existencia. Y los demás, tanto de izquierda como de derecha, porque ni siquiera los dejaron actuar y funcionar como partidos de oposición, mucho menos lograron entender lo que es ser modernos.
Así pues, los partidos políticos mexicanos históricamente son disfuncionales y para dar pena. Y eso, cuando realmente pretenden comportarse como partidos, y no como negocios familiares y franquicias caciquiles y sindicales, como lo son el PVEM, el PT, y esos insultos a la inteligencia y a los impuestos de los contribuyentes que son el PANAL y Convergencia.
En todo caso, quizá lo único que podríamos pedirle a nuestros lastimeros, vergonzosos y carísimos partidos, sería que fueran congruentes con su supuesta ideología. Que tuvieran un mínimo de sentido del ridículo, y no tiraran a la basura y sin más, sus pretendidas ideas políticas. Vaya, que al menos le despistaran a su pretensión de alcanzar el poder a como dé lugar.
Pero tal vez eso sea mucho pedir. Nuestros partidos se hallan en tal desarmonía no sólo con el electorado, sino con la historia mundial, que son muy capaces de mezclar el agua con el aceite. Todo con tal de alcanzar un poder con el que luego no saben qué hacer. O todo con tal de que no sean los enemigos seculares quienes ganen.
En días recientes se anunció que el PAN y el PRD (y en ocasiones otros partidos parasitarios) pretenden formar una coalición para las elecciones a gobernador en Oaxaca, Hidalgo y Durango. Ahora resulta que quienes históricamente se han tirado hasta con la cubeta, que han estado en pugna durante tres años acedos por la cuestión de quién es legítimo, en unos meses van a ir de la mano a pelear contra los afanes caciquiles tricolores en esas progresistas entidades.
Por supuesto, en muchos países democráticos existen las coaliciones. Pero de extremos tan opuestos del espectro político, y entre fuerzas que se la han pasado en el insulto y la descalificación, en realidad resulta difícil encontrarlas. Lo cuál demuestra el bajísimo nivel ético que alcanza esa casta bárbara, irresponsable y rapaz que conforma nuestra clase política.
