El buscador Google se ha vuelto en una herramienta universalmente usada por tirios y troyanos, prohombres y gusanos, y para todo tipo de encomiendas. Sea realizar una tarea académica, ganar una apuesta boba en torno a una mesa de dominó o simplemente salir de dudas o aumentar el bagaje cultural, Google se ha convertido, en poco tiempo, en una herramienta indispensable y ubicua en el mundo del siglo XXI. De hecho, la raza ya acuñó el verbo "googlear" para referirse al hecho de buscar información a través de ese programa.
Por supuesto, como todo en esta vida, Google tiene sus problemas. Uno de ellos es la simple cantidad de información que suele presentar luego de una búsqueda de menos de dos segundos en la WWW: en ocasiones, millones de sitios. Otra es que Google no discrimina entre lo que es verdadero, más o menos atinado o de plano una falsedad: despliega los hallazgos en orden de frecuencia de uso, no de confiabilidad ni seriedad. Así que muchas pobres almas terminan usando datos chafísimas o de plano risibles, por andar confiando en la primera fuente que hallaron.
Precisamente por no ser muy discriminativo, Google se ha convertido en una amenaza para los regímenes autoritarios, que no desean que sus poblaciones tengan acceso irrestricto a la información. Y ello ha provocado un altercado entre el Gobierno de la República Popular China y el buscador.
Cuando Google creó su portal chino accedió a la demanda del Gobierno comunista de ese país de bloquear, para los usuarios, el acceso a ciertos contenidos. Por ejemplo, si en China usted escribe "Tiananmen", Google lo enviará a sitios que hablan de la arquitectura y decoración del lugar, sus dimensiones e historia... pero no encontrará ni una palabra de la masacre de estudiantes de 1989. Sí, lo que en el mundo común y corriente se conoce como censura.
Google hizo de tripas corazón, con tal de acceder al enorme mercado cibernético chino. Pero a últimas fechas ha estado repensando la situación. La semana pasada, Google anunció que se hallaba considerando salir de China, en vista de que había sufrido ataques cibernéticos procedentes de ese país, ante la complacencia de las autoridades chinas. Además, los ataques habían incrementado los bloqueos de contenidos. Sin decirlo, Google acusa al Gobierno comunista chino de estar agrediendo a su sitio y tratando de abrir brecha en los correos electrónicos de usuarios identificados como opositores. De ahí la amenaza de dejar el mercado chino.
Para complicar la cosa, el Departamento de Estado norteamericano metió su cuchara, instando a los chinos a atender las demandas de Google. Los chinos, como era previsible, les asestaron sonoras trompetillas. Y las escaramuzas continúan.
Si Google abandona China, sería un triunfo para un Gobierno cerrado y represivo, que espía a sus ciudadanos y restringe sus libertades. Por ello hay que estar atentos a qué medidas toma la enciclopedia temática de la Humanidad (la que está conectada, en todo caso).