A medida que la ciencia y la tecnología han venido aplastando todo a su paso como estampida de elefantes, algunas profesiones y oficios tradicionales han ido pasando a la historia. Algunos, la verdad, ya hacía cuarenta años que estaban en vías de extinción, como es el caso de los zapateros remendones a domicilio. O que eran sumamente exclusivos y exóticos, como los tejedores de sillas de bejuco o raffia, también a domicilio (por cierto, si alguien sabe dónde conseguir uno de ésos, se los agradecería). Entre esas especies extintas o en vías de extinción se halla, mucho me temo, el sastre. Y es que cada vez resultaba más barato y cómodo comprarse la ropa ya hecha, que pasar por la molestia de adquirir la tela, tomarse medidas haciendo movimientos ridículos ("Doble la rodilla, por favor; ahora levante el codo") y esperar una semana para ver los resultados. Claro que aquí nos referimos a los sastres tradicionales. Como una prueba de que quien se adapta a los tiempos puede no sólo sobrevivir sino prosperar, está el caso de Miguel Caballero.
Este sastre tiene su negocio en Santa Fe de Bogotá. Aunque no tan peligrosa como Medellín o Ciudad Juárez, la capital de Colombia también tiene lo suyo. Es por eso que Caballero ha decidido que una especialidad de la casa sea la fabricación de ropa (elegante, casual o para situaciones especiales) capaz de absorber plomazos a corta distancia.
Lo que ha hecho Caballero es adaptar algunos materiales antibalas, como el Kevlar, para que tengan apariencia de telas normales. Y no sólo eso, sino que realiza vestuario que tiene toda la finta de normalidad. De manera tal que un traje con materiales especiales da el gatazo de ser un simple traje... cuando en realidad es una armadura. Y no tan pesada como las que portaban los caballeros andantes.
En una demostración que le hizo a un reportero neoyorkino, el sastre lo equipó con un saco que parecía ser de ante negro. Luego procedió a dispararle con una pistola .38 a un metro de distancia. El reportero sintió el trancazo, pero salió indemne del incidente. Además, afirma que el saco tenía muy buen corte.
Siendo Colombia lo que es, el negocio de Caballero no ha hecho más que prosperar. Se habla de que tiene clientela internacional de altos vuelos. Un chisme recurrente es que Barack Obama usó uno de sus diseños en los eventos de su toma de posesión, hace un año.
El caso de Miguel Caballero nos demuestra que quien sabe crearse las oportunidades, sin esperar a que éstas le caigan del cielo, es el que va a salir ganón en este mundo.
No, no sé si quiera franquiciar en México. Pero no estaría de más averiguarlo.