Acuerdos, alianzas y desvergüenzas
Nuestra impresionantemente inepta clase política parece esforzarse en denigrar su oficio, cubrir de ignominia la función pública y demostrar que su cinismo e incompetencia tienen proporciones realmente majestuosas. Perdón, me corrijo: no parece esforzarse, sino al revés. Más bien hacen el ridículo y exponen sus carencias y vicios con una naturalidad que da pavor.
Como muestra de lo anterior tenemos no un botón, sino toda una mercería. Pero el último y más lamentable lo constituye la ronda de declaraciones, aclaraciones, rectificaciones, confesiones y reproches que han rodeado a la reacción en cadena que empezó con la renuncia de Gómez Mont al PAN.
No pienso aburrirles repasando de nuevo todo el triste affaire del pacto entre el PRI y el PAN en relación con las alianzas opositoras y la aprobación del paquete fiscal del año pasado. Más bien lo que resulta importante es resaltar lo poco que les importa la nación, el organismo público nacional, a quienes se dicen nuestros dirigentes.
Tomemos el caso del PRI: según lo que se entiende luego de múltiples declaraciones, filtraciones y borregos, el tricolor estuvo de acuerdo en aprobar el paquete fiscal enviado por el Presidente a la Cámara... siempre y cuando el PAN no se aliara con el PRD en los comicios locales de este año. Una especie de pacto mafioso. Pero en el que salta a la vista algo sustancial: que no importaba qué tipo de medidas fiscales se fueran a tomar, si éstas eran las mejores posibles o las que realmente necesitaba un país de los más duramente castigados por la última crisis mundial. No, eso no era importante. Lo fundamental para el PRI era tener algo con qué negociar. Y para el PAN, sacar adelante una propuesta fiscal que (y lo estamos viendo) era indefendible.
Ahora bien: si la propuesta fiscal hubiera sido excelsa, la mejor, un ejemplo para el mundo, y el PRI no hubiera obtenido la mentada promesa, hemos de entender que el tricolor la hubiera mandado por un tubo... sin importar el beneficio que le podría aportar al país. Que, como decíamos, es lo que menos le importa a nuestra rapaz clase política.
Lo mismo se puede decir de los otros partidos: no les importa el bienestar de la nación, ni siquiera el avance de su propia agenda (ya que, al parecer, cambia cada mes), sino bloquear a los otros, hacerles cargar con el "costo político", arruinarlos en términos de imagen, así se tengan que llevar al país entre las patas... que es lo que ha venido ocurriendo desde hace trece años.
El llamado que mediante un desplegado le hicieron a la llamada Generación del No un grupo de políticos e intelectuales hace una semana, parece haber puesto el dedo en esta llaga en particular. Muy diversos políticos y comentaristas lo han criticado. Pero como diría John Kennedy Toole: la prueba de que una idea es buena se obtiene cuando los necios conspiran en su contra.