Comentábamos ayer cuán admirable resulta la valentía de los ciudadanos iraquíes que votaron en las recientes elecciones generales de aquel país. Y es que diversos grupos extremistas habían advertido sobre las consecuencias que les esperaba a quienes le siguieran el juego a ese invento perverso del occidente cristiano, la democracia.
Sabemos los índices de violencia que se alcanzan en Irak, en donde la actividad de bombarderos suicidas no suele seguir ningún patrón ni intención discernibles. Y si así es a diario, ¡imagínense cuando los fundamentalistas tienen un blanco, un proceso, una fecha en concreto!
Pese a ello, más de seis de cada diez empadronados iraquíes acudieron a los centros de votación, en la práctica echándoles trompetillas a los integristas, y demostrando que le tienen fe a un sistema que apenas está echando raíces.
Acá en México, luego de muchos años de empujones, tropiezos y levantadas, pudimos construir un sistema que, en comparación con lo que ocurre en buena parte del planeta, podemos calificar de democrático. Quizá sea imperfecto, disfuncional y estupendamente caro, pero la mayoría estamos de acuerdo en que es democrático.
Pero ¿qué opinan los mexicanos sobre su democracia? Una reciente encuesta a nivel nacional arroja datos como para ponerse a pensar.
Por ejemplo, un 69% de la población se siente decepcionada o desencantada por la democracia. Al parecer, muchos pensaron que con tan llevada y traída señora, las cosas iban a cambiar ipso facto. No fue así, en parte porque hay cambios que este país ha postergado durante un siglo, y no se pueden dar de la noche a la mañana; en parte por la increíble mediocridad de los liderazgos políticos, empezando por los dos presidentes panistas; y en parte, porque la democracia no se ha traducido en mejores niveles de vida para los mexicanos. Si a ello le añadimos que los políticos convierten el ámbito público en un cochinero de insultos, desmentidos y acusaciones de chantaje, lo raro es que tres de cada diez no estén decepcionados.
Un reflejo de esa percepción es que un 56% consideró la situación actual como "inestable" o "muy inestable". Qué rayos se entiende por eso, quién sabe. Pero la población, resulta obvio, no está satisfecha ni mucho menos con el presente de su país.
Eso sí: un 72% considera que la democracia es preferible a cualquier otro sistema. Los autoritarios, los partidarios de la mano dura, los que alegan que "estábamos mejor cuando estábamos peor", son una minoría en México. Por lo menos ésas sí son buenas noticias.
Lo triste es que esos niveles de decepción en gran medida no son resultado del sistema en sí... sino de quienes lo han tenido en sus manos, y lo han pervertido y maltratado. Lo que vemos cotidianamente en México no es realmente un proceso democrático... sino un ejercicio de grilla, que es como se acostumbraron a funcionar muchos políticos del pasado... que aquí siguen en el presente.