Hace ya bastantes años, el equipo de futbol americano de los Jefes de Kansas City reclutó como corredor de poder a un muchacho oriundo de Nigeria, que había estudiado becado en los Estados Unidos. ¿Su nombre? Christian Okoye. En su breve estancia en la NFL (1987-92; no pudo sobreponerse a las lesiones), Okoye se caracterizó por la manera en que golpeaba a los defensivos, que con frecuencia salían volando como pinos de boliche. Como suele ocurrir, los cronistas deportivos le buscaron un apodo, y encontraron uno estupendo, si se atiende a la transliteración en inglés: a Okoye lo bautizaron como The Nigerian Nightmare, la Pesadilla Nigeriana.
Leyendo las recientes noticias procedentes de Nigeria, no pudimos sino acordarnos de Okoye... y de que ese país, el más poblado de África con 150 millones, puede convertirse en una pesadilla en cualquier momento.
Nigeria es el típico ejemplo de los desaguisados que el colonialismo ocasionó en muchas regiones de este mundo: los europeos llegaban a algún lado, lo reclamaban como propio, y procedían a inventar unas fronteras que no tenían nada que ver con la realidad sobre el terreno. De hecho, frecuentemente los límites eran establecidos por equipos de burócratas en Berlín, París o Londres, que no tenían la más remota idea de qué pasaba entre las líneas que dibujaban en los mapas.
Así que muchos países, al ganar su independencia, se encontraron con que dentro de sí habían quedado grupos étnicos que nunca se habían podido ver ni en pintura; o que sus supuestos conciudadanos hablaban lenguas ininteligibles entre sí. Muchos países, especialmente africanos, son mosaicos o rompecabezas etnolingüísticos de ese tipo.
Pero Nigeria se cuece aparte. Ahí habitan varias docenas de nacionalidades diferentes, que hablan idiomas distintos. Para fruncir lo arrugado, y a consecuencia del desarrollo histórico de la región, la parte sur de Nigeria es predominantemente cristiana; y el norte es musulmán. La región del centro es una mezcolanza de seguidores de ambas religiones monoteístas.
En días recientes, se informó de la muerte a machetazos de cientos de cristianos, por parte de musulmanes, en algunas aldeas de Nigeria central, precisamente. Las causas siguen siendo confusas; pero digamos que a la hora de las guerras religiosas no se necesitan muchos pretextos, ni muy racionales. Cualquier excusa puede servir para iniciar el infierno que constituyen ese tipo de conflictos.
Y en el caso de Nigeria hablamos de unos 80 millones de musulmanes compartiendo país con 70 millones de cristianos. Si la violencia escala... podríamos enfrentarnos a una auténtica pesadilla nigeriana... y mucho más difícil de detener que el buen Christian Okoye.