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EL COMENTARIO DE HOY

FORBES, UNA VEZ MÁS

FRANCISCO AMPARÁN

Seamos francos: en México a nadie le había interesado, y pocos sabían de la existencia de, la lista de ricachones de la revista Forbes, hasta que no empezó a aparecer un espécimen azteca en los primeros lugares. Con el paso del tiempo, ya se ha vuelto parte de la rutina del morbo y la autoflagelación nacionales el ver cuántos mexicanos se hallan entre los mil más ricos del mundo.

Pues bien, en el listado de este año, por apenas segunda vez desde 1995, el más rico del planeta no es el pirata Bill Gates; sino nuestro connacional Carlos Slim... lo cual trajo las críticas y comentarios que eran de esperarse en esta cubeta de cangrejos que tenemos por patria.

Aunque habría que hacer una aclaración: Gates sigue teniendo más dinero que Slim, pero una buena tajada del mismo se va a obras de filantropía. Que yo sepa, ni Forbes ni nadie sabe qué tanto contribuye Slim en obras benéficas. Lo que sí se sabe es que su contribución resulta menor que la del nerd de Seattle, lo que no es mucho decir.

Las críticas a Slim no se hicieron esperar: ¿cómo puede ser que el hombre más rico del mundo habite un país con cincuenta millones de pobres? ¿Cómo alabar a quien construyó un imperio a partir de un monopolio que casi le regaló el Estado... o Carlos Salinas, a escoger? ¿Qué chiste tiene hacerse multimillonario con las tarifas que cobra Telmex o TelCel? Así cualquiera...

Todo lo cual, por supuesto, está justificado. Pero antes de apuntar dedos y buscar chivos expiatorios, en lo que somos expertos, hagamos un pequeño acto de contrición y análisis autocrítico... en lo que somos todo menos expertos.

Por supuesto que Slim aprovechó que este país es un paraíso para los monopolios, tanto públicos como privados. Aquí la cuestión es por qué, como nación, los seguimos tolerando. Por qué si sabemos el tremendo mal que le hacen al país, no sólo en términos de competencia y calidad, sino también en precios y atención, siguen sin ser tocados ni con el pétalo de una rosa. Habría que preguntar por qué los diputados, en vez de ocuparse en sus sainetes de quinta categoría, no hacen algo por destruirlos, llámense Televisa, CFE o Pemex.

Y si las tarifas son las que son en tantos servicios, ello es porque el debilucho Estado mexicano sencillamente no quiere ni meter las manitas en esas cuestiones. Alega que el mercado es el que debe determinar los precios, como bien decía Adam Smith. Sí, pero Smith se refería a un mercado competido, no a uno plagado de monopolios. De nuevo, no tiene la culpa el indio Slim, sino la nación dejada y echona que lo hace compadre y multimillonario.

El primer lugar de Carlos Slim en la lista de Forbes debería de servirnos de recordatorio de todo lo que está pendiente en México, y que no hemos hecho en años o décadas... pero eso sí, mejor perdemos miserablemente el tiempo en las estúpidas querellas de nuestros ineptos políticos. Como si estuviéramos tan bien.

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