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EL COMENTARIO DE HOY

El trauma de Lomas Taurinas

FRANCISCO AMPARÁN

Es uno de esos eventos cuya consistencia (incluso, su mera existencia) tienden a tomar características elásticas, chiclosas: de repente pareciera que todo ocurrió apenas ayer; pero cada año nos sorprende descubrir que el suceso haya ocurrido hace tanto. Y claro, cada año hace más tiempo.

Hoy hace 16 años, el país terminó de ponerse patas arriba cuando, menos de tres meses después del surgimiento neozapatista en Chiapas, el candidato del PRI a la presidencia de la república, Luis Donaldo Colosio, resultara asesinado en un barrio miserable de Tijuana llamado Lomas Taurinas.

El crimen, en sí mismo traumático, se volvió un asunto que ponía en peligro la mismísima estabilidad institucional del país. Y ello, porque Salinas había quemado sus naves (y a Manuel Camacho), no tenía a nadie de su círculo cercano calentando en la banca, y la única carta que le quedaba era una que no le hacía ninguna risa: Ernesto Zedillo. El tiempo terminaría por darle la razón de por qué Salinas lo dudó tanto: Zedillo le echó la culpa del error de diciembre, lo forzó a hacer el ridículo de su huelga de hambre de ocho horas, lo empujó al exilio y mandó al bote a su hermano incómodo: la peor felpa que un presidente le ha puesto a su antecesor en las últimas generaciones.

Por supuesto, y no sólo en ese sentido, la muerte de Colosio fue lo peor que le pudo ocurrir a Salinas: su proyecto transexenal mordió el polvo en Lomas Taurinas al caer abatido el sonorense. De ahí en adelante, al calvo pequeñín no le han salido las cosas muy bien que digamos... por más que el Presidente Loquito lo haga responsable de todo lo malo que le ocurre al país, desde la crisis del año pasado hasta la pifia de Memo Ochoa contra Corea del Norte.

Lo extraordinario, y que habla horrores sobre la lógica que priva en este país, es que mucha gente rápidamente apuntó el dedo a Los Pinos a la hora de señalar culpables del asesinato. Según esto, Salinas había orquestado la eliminación de su delfín, heredero, protegido y entenado, porque había pronunciado un discurso ¡uy! muy desafiante unas semanas antes, durante el aniversario del PRI. En primer lugar ¿quién rayos le hace caso a un discurso de aniversario del PRI? Es como asustarse con la danza de guerra maorí del equipo de rugby neozelandés. Además, aquel famoso discurso no salía de los mismos lugares comunes y temas recurrentes usados por cualquier candidato, del PRI o del PAN, a la presidencia de la república o a reina de la primavera del Jardín de Niños "Mi ilusión".

Fiscales especiales fueron y vinieron, y ninguna teoría conspirativa pudo sostenerse. Pese a ello, las sospechas siguieron; en primer lugar, por las notables chambonadas de los investigadores; y en segundo lugar porque en este país las cosas nunca son como parecen: siempre tiene que haber mano negra, aunque ésta sea imposible de probar. A la fecha, mucha gente sigue creyendo en el complot salinista... a pesar de todas las evidencias en contra. ¡Si hay quienes creen en el Presidente Patito, y en la posible victoria del Tri en el quinto partido!

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