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EL COMENTARIO DE HOY

¡Pero qué mal conducís, che!

FRANCISCO AMPARÁN

Una de las plagas bíblicas que nos han caído con la democracia es la de las encuestas. A medida que el sistema político y los medios se fueron abriendo, se despertó el interés por conocer las verdaderas opiniones de un público culto, conocedor, con gran conciencia ciudadana y, gracias a la Gorgona Gordillo, un nivel educativo promedio de segundo de secundaria. Desde hace años, no hay cuestión sobre la que no se interrogue a la ciudadanía. Las preguntas van desde la opinión sobre la disolución de RBD, hasta si sería preferible el regreso a un sistema autoritario... como si ése hubiera sido muy eficiente.

Un ejemplo de lo atosigante que puede resultar la encuestitis aguda y crónica que padecemos, lo constituyen los sondeos sobre quién lleva la ventaja para ser presidente de México ¡en el 2012! Como si las elecciones federales estuvieran a la vuelta de la esquina. Como si sirviera de algo andar pensando en esa remota fecha. Como ya lo han señalado algunos colegas, dos años antes del 4 de julio de 2006, (casi) todo mundo daba por vencedor indiscutible e imparable a Andrés López. Fácil. Eso lo indicaban todas las encuestas. Y ya vimos en qué terminó la incuestionable victoria: en una derrota por un pelito, y la autocombustión de un personaje al que inflaron tanto los medios, que no aguantó el pinchazo de la realidad. Hoy, según los sondeos, sigue siendo el candidato favorito de los perredistas, que evidentemente tienen una vocación de martirio de cristiano en circo romano. A ver si alguien se acuerda del Presidente Patito de aquí a dos años. Pareciera que ignoraran que este país no tiene memoria. O a lo mejor por eso. Ya ni sé.

En otras latitudes también se da este fenómeno, y también referido a los más diversos temas. Y como suele ocurrir, los resultados no necesariamente son muy consistentes. Lo cual resulta normal. Esperar que no haya contradicciones a la hora de preguntarle cualquier cosa a la gente, es como sembrar olmos para que den las consabidas peras.

Por ejemplo, hace poco el diario "Clarín" realizó un sondeo entre 812 personas en seis ciudades de la República Argentina. Se les pidió que, en una escala del 1 al 10, se autocalificaran en cuanto a su prudencia, habilidad y cumplimiento de normas en el manejo del automóvil. Y luego, que opinaran sobre qué tan buenos son sus compatriotas al volante.

Los argentinos opinaron que merecían un 8.5 de calificación propia. Lo cual parece un ataque de violenta modestia en un pueblo conocido por su autosuficiencia. Pero a la hora de juzgar a sus conciudadanos, los platenses consideraron que merecían un 4.5. O sea, yo manejo muy bien, pero los demás, che, son unos macanudos más brutos que Manolito el de Mafalda.

En Argentina mueren 7,300 personas por año en accidentes automovilísticos. Teniendo en cuenta la población del país, no anda lejos del promedio de naciones semejantes. Pero las autoridades dicen que las probabilidades de que un conductor argentino cometa infracciones es muy alta. Y el 22% de los encuestados admitió conducir usualmente en estado de tensión... lo que no suele traducirse en buenas decisiones a la hora de pisar el freno.

Total, que es el típico caso de la paja en el ojo ajeno... así sea el ojo del que comparte la avenida.

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