El narcotráfico permea todas las capas de las sociedades en que esta plaga juega un papel importante. Ello lo hace tan difícil de combatir: porque, de hecho, forma parte del entramado social y, no-queriendo-no-queriendo, sus actividades son bien vistas por quienes en teoría deberían repudiarlo.
Así, profesionistas de todo jaez se hacen como que la Virgen les habla cuando trabajan para gente que jamás invitarían a cenar a su casa: sea llevándoles la contabilidad, construyéndoles sus horribles mansiones (el art narcó) o rentándoles todo tipo de locales, muchos ciudadanos que se dicen honorables no le hacen el fuchi a los negocios que, todo el mundo lo sabe, tienen orígenes turbios.
Y claro, siempre está el supuesto glamour que para algunas pobres almas y débiles de mente y espíritu tienen las toneladas de dinero mal habido que se manejan en esos ambientes. Quienes no tienen una noción muy clara de cuál es su función en la vida ni en qué consiste la felicidad, piensan que arrimarse a donde hay paquetes de dólares es lo mejor que les puede ocurrir. Que esos billetes chorreen sangre, y que quienes los manejan suelan terminar igualmente decorados, no parece pasarles por la cabeza a ciertas personas... que no tienen mucho con qué rellenar la referida testa.
Y ello se aplica a hombres y mujeres de todas las clases sociales, de todas las edades. Tómese por ejemplo el caso de Angie Sanclemente.
Esta muchachona de 30 años saltó a la fama hace diez, cuando en su nativa Colombia obtuvo el título de Reina del Belleza del Café... corona que perdió a los dos días, cuando se descubrió que ya estaba casada, contraviniendo las reglas del concurso.
Ese tropiezo no le afectó mayormente. Recurrió a implantes y cirugías, tomó clases de modelaje, y en base a tesón y mal genio consiguió hacer carrera en las pasarelas tanto de Colombia como de México. De hecho, apareció fugazmente en algunos telechurros mexicanos.
Pero no fue ése su mayor crimen: desde hace varios días, hay una orden de aprehensión internacional en su contra, por el delito de contrabando de drogas. Según la acusación, Angie Sanclemente maneja una red de modelos femeninas que, aprovechando su vida de nómadas internacionales, trasiegan cocaína desde Buenos Aires a Cancún y Miami. Y desde allí el polvo blanco llega a Europa y la costa oriental de Estados Unidos.
Sanclemente sigue fugitiva. A sus amigos les ha hecho llegar el mensaje de que todo es un infundio. Sin embargo, las personas detenidas en Argentina no dudan en señalarla como la cabecilla de la operación.
Un caso más en que la bella terminó trabajando para las bestias... y es ella la que va a terminar encerrada muy largo tiempo.