A muchos de los que nos gusta la historia, nos divierte jugar a los contrafácticos. Esto es, imaginar lo que hubiera ocurrido si en lugar de un suceso o acontecimiento, se hubiera producido otro distinto. Cómo podría haber cambiado el pasado con una simple decisión diferente a la que se tomó en su momento.
Por ejemplo, ¿qué tal si el equipo de beisbol de los Gigantes (en aquel entonces de Nueva York, hoy de San Francisco) se hubiera apresurado a reclutar a un joven prospecto llamado Fidel Castro Rus? Los scouts le habían echado el ojo al joven estudiante cubano, que en aquel entonces sí pichaba, cachaba y dejaba batear. Quizá si los Gigantes hubieran sido más movidos y atingentes, Castro hubiera dejado sus veleidades rebeldes y la historia de Cuba y Latinoamérica hubiera sido completamente distinta. Eso sí, de seguro que Fidel todavía andaría por ahí dando lata, como coach de bateo o administrador de porristas. Algo así.
¿O qué hubiera ocurrido si a mediados de los años treinta Winston Churchill hubiera aventado los bártulos, retirándose de la política? Churchill coqueteó seriamente con esa decisión, harto como estaba de ser vilipendiado por tirios y troyanos, y de que nadie le hiciera caso en sus advertencias sobre Hitler. Además de que, todo hay que decirlo, Churchill ya era para entonces un cartucho muy quemado, y nadie podía prever que luego se convertiría en el político británico más importante del Siglo XX.
Y a propósito de Hitler: ¿qué hubiera ocurrido si la Academia Vienesa de Bellas Artes lo hubiera aceptado en sus filas, como lo deseaba el joven Adolph? El ser rechazado por la augusta institución en un par de ocasiones, entre 1908 y 1909, le provocó un enorme resentimiento... que luego desbordaría ya sabemos cómo y contra quiénes.
Pero la Academia Vienesa hizo bien en rechazarlo, dice Michael Liversidge, profesor emérito de la Universidad de Bristol. Su opinión la da a partir de una serie de dibujos y bosquejos del joven Hitler, que en unos días serán rematados por la casa de subastas Mullock's de Londres.
Liversidge dice que los dibujos de Hitler presentan las típicas fallas de un estudiante común, y que podría haber mejorado en caso de haber recibido la educación adecuada. Pero en los dibujos no se percibe ningún genio latente, ni mucho talento natural. De hecho, dice el profesor, hoy en día se le recomendaría que le buscara por otro lado: era demasiado mediocre para destacar como artista.
De cualquier forma, quizá a Hitler le satisfaría que su muy chafa producción pictórica se espera que alcance un precio de entre 6,000 y 9,000 dólares por bosquejo. Nada mal para un mediocre... que luego se volvió un maestro de la crueldad y el asesinato en masa.