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EL COMENTARIO DE HOY

RECUERDOS DEL PORVENIR

FRANCISCO AMPARÁN

Los recientes movimientos telúricos ocurridos en el norte de la península de Baja California nos motivan a hacer una serie de reflexiones, todas ellas pertinentes.

La primera tiene que ver con el hecho de que buena parte del territorio nacional es proclive a los terremotos. No sólo el centro y sur de México están próximos a grandes fallas geológicas; la ciudad de Mexicali misma está sobre una, razón por la cual es la única ciudad mexicana situada bajo el nivel del mar. Y no está de más recordar ese simple hecho, porque me da la impresión de que desde los sismos de 1985 (que ya van a cumplir un cuarto de siglo) se ha relajado la cultura de prevención que tanto se propició en aquellos tiempos. Por ejemplo, los que vivimos en las zonas asísmicas, como los laguneros, no tenemos la más remota noción de qué hacer en caso de temblor... a menos que uno sea tan ocioso de leer los letreros de seguridad en las gasolineras, en lo que le llevan a uno la factura.

La segunda cuestión a considerar es que el terremoto de Mexicali fue semejante en intensidad al de Puerto Príncipe... pero los daños fueron inmensamente menores. Ello tuvo que ver no sólo con las diferencias en las características de los suelos y el tipo mismo de temblor, sino con el seguimiento de reglas de construcción elementales. Los cachanillas (así se llaman a sí mismos los de Mexicali) saben que viven en zona sísmica, y al parecer no se la jugaron: sus edificios aguantaron la zarandeada porque no se violaron los reglamentos usando materiales de segunda o edificando en suelos inestables. Fue notable que, mientras caminos y carreteras se rajaron como víctimas del zarpazo de un gigantesco felino, las casas cercanas no parecían presentar daños mayores.

Y la tercera reflexión tiene que ver, precisamente, con que la gente de las Californias, la Alta y la Baja, tienen que seguir preparándose para El Grandote (The Big One), el gigantesco terremoto que tarde o temprano ocurrirá en el sistema de fallas que van desde el Mar de Cortés (que se formó por la separación de las placas tectónicas) hasta la bahía de San Francisco (ídem). Cuándo ocurrirá, no lo sabe nadie en este planeta. Pero resulta obvio que cada año que pasa, ese día está más cercano. Puede ser mañana, o dentro de medio siglo. Muy probablemente ocurrirá en esta generación o la siguiente. La ciencia de predicción de terremotos no es ciencia: sencillamente no existe.

Y aunque no sea con El Grandote, sin duda esa parte del mundo seguirá siendo afectada por movimientos telúricos. A simple vista, parece que nuestros compatriotas de Mexicali sí estaban preparados y prevenidos sobre qué hacer, cómo construir y en dónde. ¡Aleluya!

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