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EL COMENTARIO DE HOY

Disimulando el rostro

FRANCISCO AMPARÁN

El dilema es tan viejo como el concepto mismo de los derechos humanos: ¿qué tanta tolerancia hay que tener con los intolerantes? ¿Hasta dónde se debe permitir la libertad de expresión de quienes censuran? Una comunidad tolerante, ¿tiene la obligación de "pasarse de buena"? Si se busca una sociedad multicultural, ¿hay que respetar y permitir los usos y costumbres bárbaros, salvajes, que, aunque habituales en ciertos países, en el Estado receptor de migración resultan violaciones a la ley?

Esos dilemas y otros del mismo jaez han tenido que ser toreados en Europa Occidental, que desde hace cincuenta años se ha enfrentado con una absoluta novedad histórica: el arribo y asentamiento de personas que no sólo no son de origen europeo, sino que tampoco son cristianas. Así, uno de los pocos elementos de identidad en común que tenían las docenas de naciones europeas, cobró otro sentido. Y tuvieron que aprender sobre la marcha a acomodar a las cada vez más numerosas poblaciones musulmanas que fueron emigrando al Viejo Continente.

A mucha gente le resulta más o menos difícil aceptar una religión distinta a la suya. Pero resulta todavía más complicado cuando esa religión ajena permite conductas y actitudes que desde hace mucho tiempo son consideradas como nefastas, violatorias de derechos elementales, o hasta ilegales.

El periódico parisino Le Fígaro (que no, no es el órgano oficial del gremio de peluqueros) filtró hace poco la información de que el Gobierno francés va a proponer una ley destinada a castigar a las mujeres musulmanas que insistan en cubrirse la cara y el cuerpo con el emblema de la intransigencia integrista contra la mujer: el burka.

La terminología escogida ha sido la de vetar "en el espacio público" el uso "de una prenda destinada a disimular el rostro", en referencia al velo integral, tanto el niqab como el burka. O sea que, si a la fémina le da la gana andar entrapajada, es libre de hacerlo en la intimidad del hogar. Pero no puede poner pie en la calle sin mostrar el rostro.

La mujer que viole esta ley tendrá que pagar una multa de 150 euros, que no es poco, pero tampoco es mucho. Lo interesante es que la ley también crea un nuevo delito, el de "instigación a disimular su rostro" en base a su género, destinado a aquellos que impongan el uso del velo por la "violencia, la amenaza, el abuso de poder o de autoridad". El marido mandón que obligue a forrarse de tela a su media naranja, podrá ser castigado con un año de cárcel y el pago de 15,000 euros. Que ésos sí son muchos.

Sólo una cosa: no queda tan claro qué es eso de "disimular el rostro". Digo, conozco damas que le dan tal vuelo al maquillaje, que tranquilamente podrían calificar para la aplicación de esta ley. A ver si las fuerzas del orden de Francia no se meten en honduras que no habían previsto.

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