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EL COMENTARIO DE HOY

Terrorista a bordo

FRANCISCO AMPARÁN

Es uno de los trucos más viejos y usados del cine de suspenso: el malo (o el bueno que intenta huir) hace colas eternas en el mostrador de la aerolínea. Luego tiene que soportar una espera aparentemente interminable. Finalmente puede abordar el avión. Y cuando éste se halla a punto de despegar, algo ocurre: llega la Policía (secreta o no), hay un retraso en el despegue, qué se yo. El caso es que el tiempo que transcurre desde que el personaje se sienta en su lugar a que el avión despega puede ser eterno. Y generalmente, los buenos escapan por los pelos, a los malos los pescan por los ídem.

Como suele ocurrir, la realidad imita al arte. Ayer, cuando un avión que viajaría entre Nueva York y Dubai ya se había alejado de la puerta de embarque, fue prestamente detenido por autoridades del Departamento de Seguridad Interna, prácticamente en la pista: habían detectado que en el vuelo de Emirates iba el sospechoso principal de haber intentado cometer un atentado dinamitero en pleno Times Square el sábado por la noche. Y como en película, bajaron a todos los pasajeros y su equipaje, agarraron del cogote al sospechoso (y a otros dos tipos cuyo nombre "se parecía"), y revisaron el avión de pe a pa. Finalmente los viajeros inocentes pudieron reanudar su viaje, tras un breve retraso de siete horas.

El sospechoso resultó llamarse Faisal Shahzad, de 30 años, de origen paquistaní nacionalizado estadounidense. Según las autoridades, ya se inculpó él solito de haber plantado una camioneta con fertilizantes, cohetones, gasolina y cilindros de gas en el corazón mismo de Manhattan, para hacerla explotar a las horas pico en que neoyorkinos y turistas deambulan por Times Square y la zona teatral de Broadway.

Por fortuna, parece que el mentado Shahzad era bastante chambón, de manera tal que el detonante "se cebó", echando chispas y algo de humo, pero sin provocar la ignición. Un vendedor ambulante detectó algo raro, le avisó a la Policía, y rápidamente intervinieron los servicios de emergencia. De haber explotado la camioneta, a esas horas y en ese lugar, sin duda hubiera habido varios muertos y docenas de heridos.

A Shahzad lo delató la transacción mediante la cual adquirió la camioneta a ser usada en el atentado. Al parecer fue tan idiota que le dio su correo electrónico real a quien se la vendió. Y desde ahí lo pudieron rastrear.

Pero el caso, como siempre, nos deja varias interrogantes. Por ejemplo, ¿cómo pudo abordar el avión, si el chequeo de nombres se hace en los filtros previos? Y, si según sus vecinos, Shahzad apenas habla un inglés mocho, ¿cómo pudo naturalizarse norteamericano? ¿Y a edad tan joven? Si, según versiones, el año pasado estuvo varios meses en Karachi, Pakistán, ciudad revuelta por excelencia, ¿cómo nadie le hizo un escrutinio de rutina?

Muchas preguntas, pocas respuestas. Ya veremos cómo evoluciona este asunto.

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