Este día hay elecciones generales en el Reino Unido de la Gran Bretaña e Irlanda del Norte. Al parecer, serán los primeros comicios del siglo XXI que alterarán de manera notable la estructura de poder y el gobierno de Su Muy Británica Majestad.
Luego de once años en el poder, el desgaste le va a pegar duro a los Laboristas. El viejo partido de izquierda, que con Tony Blair tuvo un líder carismático y fresco, propio de la nueva época del euro y la postguerra fría, ya no cuenta con el apoyo popular. El dirigente que sustituyó a Blair, Gordon Brown, es un político capaz y competente, pero no da para mucho a la hora de atraer y entusiasmar multitudes. Además de que suele meter la pata y hablar de más, como decíamos el lunes.
Pareciera entonces que esta es la gran oportunidad de los eternos rivales de los Laboristas, los Tories o Conservadores. Durante casi un siglo, ese ha sido el orden del día en el sistema partidista británico, que con frecuencia ha sido comparado al de Estados Unidos, en el sentido de que está dominado por prácticamente dos partidos: laboristas y tories allá, demócratas y republicanos en la Unión Americana.
Pero ¡esperen! Resulta que en el Reino Unido desde hace medio siglo ha existido un tercer partido: los liberal-demócratas. Pero como por lo general no ganaban más que un puñado de escaños en un Parlamento sobrepoblado, nadie les echaba un lazo. Además de que nunca pudieron presentarse como un partido de centro real, dadas sus veleidades hacia la izquierda y la derecha, según soplaban los vientos. Hasta ahora.
Según algunas proyecciones, los liberal-demócratas pueden ser el fiel de la balanza en la política británica al menos durante un lustro. Si, como es posible, obtienen casi la misma votación que los Laboristas, tendrán un papel fundamental en el próximo Parlamento. Quizá los tories se vean obligados a formar un gobierno de coalición, algo que no ocurre desde que un servidor tiene uso de razón... no que lo tenga muy seguido, pero bueno.
¿A qué se debe este surgimiento de los liberal-demócratas? En primer lugar, a un liderazgo carismático y enérgico, el de Nick Clegg, quien según todos los observadores ganó el primer debate televisado entre candidatos a Primer Ministro de la historia británica. Ya sabemos que la televisión puede hacer y deshacer reputaciones, incluso entre un público como el británico, mucho más culto, preparado y con criterio que el norteamericano o el mexicano. Al parecer, Clegg "fotografió bien", habló mejor y ello le gustó a la gente.
También hay que contar con el hartazgo de la gente, teniendo que escoger siempre entre dos sopas. Y que Clegg ha prometido racionalizar el complejo e injusto sistema electoral británico. Habrá que esperar que se cumplan las predicciones, y realmente haya un nuevo actor importante en el escenario político británico. Ya veremos y comentaremos.
