En la edición de este mes de la revista National Geographic viene un artículo de Alma Guillermoprieto sobre las creencias heterodoxas y devociones no cristianas que han empezado a aflorar en México. Se titula "Espíritus atormentados". Como era de esperarse, la atención se centró en los muy peculiares rituales y santos no oficiales que se suelen relacionar con el narcotráfico y el crimen organizado. Más concretamente, la Santa Muerte y San Malverde.
Que el National Geographic le dedique un espacio en su revista a este tipo de temas habla horrores de la necesidad que están sintiendo en Estados Unidos (y en otras partes, ¿por qué no?) de entender lo que está sucediendo en México. Como suele ocurrir, se puede discutir si el medio y el mensaje utilizados en realidad colaboran a ese fin. Lo que sí es que el artículo no cuenta ninguna mentira.
El texto (y las fotos) plantean que, ante el ambiente de miedo e inseguridad que priva en buena parte del territorio nacional, alguna gente ha recurrido a creencias alejadas de las tradicionales... quizá pensando que las de viejo corte no han servido para protegerlos.
Pero también se adelanta que la cultura del narcotráfico ha creado sus propias ceremonias, íconos y santos paganos. Incluso creando una mitología singular, como sería el caso de Malverde, figura de historicidad bastante dudosa. Que robara a los ricos para darles a los pobres no aparece en ninguna crónica contemporánea; de manera tal que puede concluirse que un vivales inventó esa parte para legitimar lo que se ha convertido en un jugoso negocio. Pero además, los delincuentes parecen identificarse con el personaje como justificación o simple pretexto: que yo sepa, masacrar jóvenes a mansalva no tiene nada qué ver con la redistribución de la riqueza o la justicia social.
El culto a la Santa Muerte también tiene un lugar destacado en el artículo. Pocas novedades aquí, excepto el hecho de que su culto se ha ido extendiendo en áreas urbanas como Tepito... territorio tradicionalmente fuera de la ley. Nada nuevo bajo el sol.
Como es tradición en esta revista, las fotos desempeñan un papel importante para contar la historia. Aparecen imágenes de un cementerio sinaloense con sus horrendos mausoleos de narcos, que aún muertos quieren presumir su dinero y mal gusto. También la fotografía de un ejecutado en un estacionamiento de Juárez, algo rarísimo en la historia del National Geographic, que suele abstenerse de presentar esas imágenes a sus lectores. Quizá los editores creyeron que era la mejor manera de transmitir la barbarie y el salvajismo en que vivimos, y que lleva a algunos a la adoración pagana. Señal de los tiempos: revertir a la idolatría. Pobre México.
