Uno de los aspectos más aberrantes de la Guerra Sucia que se libró en la Argentina de tiempos de la dictadura es recordado vivamente por muchas de las víctimas de la represión militar: que durante el Mundial de 1978, que tuvo como sede al país del Río de la Plata, en ocasiones los torturadores dejaban su siniestra labor para dedicarse a ver los partidos. Más aún, hubo algunos gorilas que sacaban de sus celdas a los torturados para que pudieran observar las hazañas del Matador Kempes, el Pato Fillol, Passarela y compañía. A esos desdichados podían infligirles dolores inhumanos, y quizá después arrojarlos vivos desde aviones al océano, pero no los iban a dejar sin ver las andanzas de la albiceleste. Ah, no; eso sí que sería despiadado.
Cabe traer a cuento el asunto porque ello nos recuerda que el futbol puede ser apasionante no sólo para los ciudadanos comunes y corrientes, que no matan ni a una mosca, sino incluso para gente de la peor ralea. Ser psicópata no excluye el ser aficionado al soccer. De hecho, muchos aficionados en realidad son psicópatas. Al menos se comportan como tales a la hora de pararse en un estadio. O al festejar en monumentos conmemorativos de los héroes que quizá nos habrán dado patria, pero ni a un volante ofensivo digno de ese nombre. Lo cual quizá se agradecería más en estos momentos.
El caso es que también los malosos se interesan por cómo rueda la pelotita. Y por andar siguiendo los avatares de la Copa del Mundo, pueden llegar a olvidarse de hacer sus maldades.
Y como siempre hay aguafiestas, a algunos líderes terroristas no les gusta que sus muchachos se distraigan. Digo, como que un bombardero suicida debe concentrarse en su chamba, y no en la alineación alternativa del poderoso equipo de Eslovenia.
Ello quedó de manifiesto cuando el grupo terrorista de Somalia Al Shabaab, que controla casi todo el centro y sur de ese convulsionado país africano, declaró que el evento deportivo que se desarrolla en Sudáfrica es antiislámico, y prohibió a sus miembros ver los partidos por televisión.
De acuerdo con Al Shabaab, el Mundial interfiere con su guerra contra el debilitado gobierno somalí, ya que los jóvenes están más al pendiente del evento que de luchar.
El grupo radical no ha especificado qué medidas tomará contra aquellos que desafíen su prohibición de ver los juegos; sin embargo, la organización islamista es conocida por decapitar y cortar miembros de sus opositores. Así que uno supondría que cualquiera se lo pensaría dos veces antes de andar desobedeciendo a los jefes.
Pero ya sabemos que hay gente a la que las amenazas y reprimendas les hacen lo que el viento a Juárez. Especialmente cuando lo que se le prohíbe es disfrutar del Juego del Hombre. O si no, pregúntenles a muchas amas de casa desesperadas sobre el infierno que han empezado a padecer desde el viernes. Y eso que algunas son casi tan violentas como los chicos malos de Al Shabaab. En fin, al cabo que esto sólo ocurre sólo cada cuatro años.
