Para aquellos a quienes les ha parecido eterno el derrame de petróleo de esta temporada en el Golfo de México, habría que recordarles un accidente similar: el del pozo Ixtoc en la Sonda de Campeche, que duró ocho meses de 1979. En ese lapso, se derramaron 480,000 toneladas de crudo; que al cabo que nos sobra. Bueno, nos sobraba. Pero como la ineptitud en ese caso fue de Pemex, no de ninguna transnacional chupasangre; y como el chapopote no amenazó ninguna costa (ciertamente no la de Estados Unidos), como que ese evento ha terminado por olvidarse y quedar impune, como tantos y tantos crímenes que se han cometido y siguen cometiendo en este país sin memoria, ni responsables, ni culpables de nada.
En el caso de la plataforma petrolera Deepwater Horizon, que se incendiara y hundiera en las aguas del Golfo de México hace varias semanas, los datos que se han venido proporcionando del tamaño e intensidad del derrame han ido cambiando con alocada frecuencia. Lo cual no ha hecho sino ponerle los pelos de punta a los ribereños de Louisiana, Mississippi, Alabama y Florida, que con justificada razón piensan que les están mintiendo, y que las cosas son mucho peores de lo que se ha estado manejando.
Como para convencerlos de que nadie les estaba jugando el dedo en la boca, el presidente Barack Obama los consoló diciéndoles que el accidente era algo similar ¡al 11 de septiembre de 2001! ¡Ah, bueno, ahora sí se puede estar tranquilo en esas costas de la Unión Americana!
La cuestión es que la principal empresa a cargo de la plataforma, la empresa británica BP (British Petroleum) ha soslayado su responsabilidad de manera nada graciosa. La percepción es que sus esfuerzos han estado dirigidos más a taparle el ojo al macho que el agujero al pozo petrolero. Y eso ha enervado no sólo al morenazo presidente, sino a buena parte de la clase política norteamericana y a mucho de la opinión pública de ese país. La izquierda norteamericana ha encontrado un ejemplo perfecto de los perjuicios que pueden esperarse del capitalismo depredador y sin control... como el que ocasionó la crisis económica de los últimos dos años. Y por ahí ha estado aplicando cuchillito de palo. Cómo estará la cosa, que sólo unas cuantas voces tímidas de la derecha republicana se han levantado en defensa de la explotación petrolera en regiones ecológicamente sensibles... una de las banderas más queridas de los conservadores.
Y lo peor, irónicamente, es que no ha ocurrido lo peor. La mancha de hidrocarburo aún no toca tierra firme. Y todavía no se ha producido el primer huracán en esa zona. ¿Alguien se imagina lo que puede pasar con la mancha si sobre ella se abaten vientos de 200 kilómetros por hora? El mugrero bien podría llegar a Cuba...o a Tamaulipas. Este accidente podría pasar a la historia no sólo por los daños ecológicos... sino por las consecuencias políticas, a muy distintos niveles. Ya veremos.
