¡Sigamos importando! (y sin importar)
Como tenía que ser, empezamos el año con una reflexión no muy optimista. Y es que resulta que este país eminentemente petrolero, el único en el mundo que no acepta inversión privada o extranjera en ese rubro, importa cada vez más gasolinas. Y, lo más trágico (o ridículo, según se vea) es que el combustible que alimenta a nuestros automóviles llega de lugares con tanta producción de hidrocarburos como Bahamas, Taiwán y Japón. ¡Japón, uno de los importadores netos más grandes del mundo, nos exporta gasolinas!
Según el mismo Pemex, en el año que afortunadamente acaba de terminar se gastaron 9,000 millones de dólares nada más en la importación de gasolinas. 13,000 millones de dólares en el total de importación de hidrocarburos. O sea que un país petrolero tiene que comprar en el exterior el equivalente al Producto Interno Bruto de la mitad de los países del mundo. Nada más con ese dinero se podría triplicar lo que hoy se gasta en el combate a la pobreza. Y vaya uno a saber qué tanta infraestructura educativa y de comunicaciones podría ponerse a punto.
Evidentemente algo hemos estado haciendo mal, y durante mucho tiempo. No se puede estar en una situación tan absurda si no es porque se ha mantenido de manera sostenida una política irracional o sencillamente estúpida. Y sí, eso es lo que ha pasado. Como suele ocurrir, nuestros políticos ponen la ideología por encima de la realidad. Y la realidad, curiosamente, se la ha pasado pateándonos el trasero. Y si seguimos en las mismas, nos va a pasar por encima como aplanadora. De hecho, ya lo está haciendo.
Como recordará el amable lector, el año pasado hubo un gran debate sobre la necesidad de construir una nueva refinería, precisamente para evitar seguir importando gasolina desde las antípodas. Claro que, a como van las cosas, ya ni petróleo nacional vamos a poder procesar para cuando se termine esa obra, que será por ahí del 2018. Sí, como suele ocurrir, las decisiones importantes se toman con una década o más de retraso.
Lo interesante de la polémica sobre la construcción de la refinería es que nadie se hizo una pregunta pertinente: ¿por qué sólo una? ¿Por qué no tres o cuatro o seis? La respuesta es muy simple: porque no se admite la inversión o coinversión de nadie que no sea Pemex en esos menesteres. Quizá no sobren compañías extranjeras deseosas de trabajar con el sindicato mafioso del gángster Romero Deschamps, pero seguro habrá por ahí algunos atrevidos. Pero no. Nadie puede ayudarnos. Nosotros nos empobrecemos solitos. Seguiremos siendo nacionalistamente miserables.
Y claro, con esa visión del futuro, con esas telarañas en el cerebro, las mismas de hace treinta años, estamos empezando la segunda década del siglo XXI. Con lo que nos estamos condenando a fracasar una vez más como nación y como país. Y al seguir importando gasolinas, cada vez importamos menos en este mundo, que cambia sin que nuestros ineptos políticos lo quieran reconocer.