En vísperas de que sean destapados los candidatos del Partido Revolucionario Institucional, a diversos puestos de elección popular, ¿Qué mueve a un gobernador, al jugarse el pescuezo, para dejar sucesor?:
A) ¿considera al político escogido como seleccionado capaz de hacer el trabajo que necesita su entidad?,
B) ¿confía en su buen tino al escoger de entre varios al más apto?,
C) ¿es amigo de la infancia o peor, de su misma estirpe?,
D) ¿se lo impusieron en las altas esferas?,
E) ¿es un capricho de "aquí mando yo"?,
F) ¿es un acuerdo con diversas fuerzas políticas para conciliar las corrientes en pugna?,
G) por vanidad, ¿pretende seguir controlando las actividades políticas de la entidad, con el fin de trascender más allá de su término constitucional o se trata simplemente de que le tapen las trapacerías que pudiera haber generado, eligiendo a quien le cuidará las espaldas para evitar, uno nunca sabe, un posible enjuiciamiento?
El Señor de los Espejos termina su período con el aplauso de sus protegidos, pero no por que haya hecho una administración inmaculada que merezca reconocimiento. Su talón de Aquiles ha sido la seguridad pública que no pudo o no supo o no quiso ponerle freno, mediante medidas legales adecuadas, concretándose cuantas veces escuchó voces de inconformidad, ante su evidente apatía, a remitir a las fuerzas federales la responsabilidad de hacerlo. Durante los días que precedieron al lanzamiento de la convocatoria en el comité ejecutivo del PRI se estudiaron los pros y los contras de hacer a un lado la propuesta de José Rosas Aispuro Torres, quien había venido pugnando por una consulta directa a las bases. Al saber que juzgaron demencial su petición, dijo creer y respetar la disciplina partidista, "pero no la confundo con obediencia ciega ni subordinación a una línea política".
La verdad es que el partido retorna a viejas prácticas, confiando en que, una vez quitada la capucha al candidato elegido por el actual ocupante del palacio de gobierno, en tropel los militantes apurarán la cicuta de la sumisión, acatando la mascarada decidida por el dedazo que se creía amputado. Antes se había encerrado en un cónclave, junto a la cúpula priista en la Ciudad de México, comprometiéndose a sacar a su recomendado en una convención de delegados que serían fácilmente manipulables.
No hubo sorpresa, pues desde meses atrás se sabía que el gobernador Hernández Deras estaba obstinado en que fuera nominado su favorito. Enterado de lo anterior el aspirante desairado José Rosas Aispuru, opinó: "se confirmó lo que yo ya había vaticinado: se le desbroza el camino a Jorge Herrera Caldera". En efecto, todas las voces dicen que es el delfín del gobernador, igual que en los tiempos de los reyes de Francia. Habrá que cubrir ciertos trámites, como el que la convención de delegados del PRI revalide su nombramiento.
¿A qué le tienen miedo los dirigentes priistas?, se preguntan los militantes que no son consejeros ni delegados. ¿A que en un verdadero proceso interno, sin tapujos ni ataduras, los militantes decidan votar libremente por un aspirante diverso? Eso, señores, para que lo sepan, se llama democracia. Lo que parece no haber en los procedimientos del PRI estatal donde, todo indica, un gobernante se arroga la facultad de imponer su voluntad, obviamente soberana, por encima de sus compañeros priistas. Por 378 votos a favor y solamente 4 en contra los Consejeros Políticos Estatales determinaron que el proceso, mediante el cual el partido tricolor elegirá a su candidato a gobernador, será en una Convención de Delegados.
Para darnos una idea de qué en el futuro deben esperar los priistas, es la forma casi casi clandestina en que se llevó a efecto la Asamblea de Consejeros. Démonos un quemón. El día en que debería celebrarse, dice una reseña periodística, los principales accesos al lugar estaban cerrados a piedra y lodo, hemos de suponer, que disponían de mucho lodo y piedra muy picada, impidiendo el paso a quien no se acreditara como consejero estatal, cuando en un proceso abierto debió dejarse que tuvieran acceso los priistas que demostraran serlo y si no había nada qué esconder, el pueblo duranguense en general. Las puertas abiertas en procesos electorales son demostración palpable de que todo se está haciendo en regla.
Se dice que con la designación de Herrera Caldera saldrá humo blanco de la chimenea priista, esto es, que será ungido como candidato del tricolor. A menos que seamos daltónicos, en que se confunden algunos colores que se perciben, la humareda estará tiznada con los escarceos políticos que impedirán haya un proceso electoral limpio de origen. Al mismo candidato le convendría que no hubiera sombras en su designación, la imposición, a él mismo, le estará dañando. Es un error insuperable ¿por qué? el que asoma, de sólo pensar que se celebre un proceso interno del que surja un candidato que no tenga más compromiso que el de llevar adelante su programa de gobierno. Ya se anuncia una coalición de partidos, y aunque no la hubiera, los priistas de Durango merecen consideración, por parte de sus gobernantes y dirigentes partidistas. Las imposiciones están fuera de época. Las trácalas, las componendas, los chanchullos, las maniobras y el contubernio deben quedar atrás. Los días de las transas, en los que se daba la espalda a la voluntad popular, lo único que lograrán es el repudio a esos métodos arcaicos.
En fin, déjense de convenciones arregladas. En el PRI hay un peligroso disidente que les puede arrebatar lo que ya consideraban suyo y no debe negársele importancia, pues si las cosas son ciertas, se avizora una alianza de partidos en la que presuntamente están apuntados el PAN, el PRD, el PT y Convergencia. Ante estos hechos, el sólo hablar del viejo dedazo, hoy achacoso y decrépito, es odioso. Los priistas de Durango exigen respeto, que no les vean la cara de tarados.