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El desastre de Haití

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Para la Organización de las Naciones Unidas (ONU), el terremoto que azotó a Haití el martes 12 de enero pasado es el peor desastre natural al que se ha enfrentado en toda su historia, incluso peor que el tsunami que golpeó al sudeste asiático en diciembre de 2004.

Si se atiende al número de muertos, la comparación podría resultar equívoca. Mientras que la Cruz Roja Internacional calcula en 50 mil el número de decesos en el pequeño país caribeño, el maremoto originado en el Océano Índico mató a unas 250 mil personas.

Pero la aseveración de la ONU se basa en el hecho de que el reciente sismo, de magnitud 7, destrozó prácticamente todas las estructuras locales de apoyo que existían en Haití, lo cual no ocurrió en Indonesia o Tailandia con el tsunami. Es decir, si bien la catástrofe natural en Asia fue de mayor magnitud y alcance, la ayuda pudo fluir de mejor manera a como sucede ahora en la vapuleada nación americana.

Lo que ha potenciado el desastre del país de la isla La Española es el subdesarrollo en el que se encuentra. Haití es hoy el país más pobre del hemisferio occidental con más del 70 por ciento viviendo en la miseria y una renta anual per cápita de apenas mil 600 dólares. (Para tener una referencia, en nuestro país el Producto Interno Bruto por habitante es de alrededor de 14 mil dólares).

Y la pobreza es sinónimo de vulnerabilidad. El hacinamiento, la debilidad de las estructuras habitables, la carencia de recursos materiales y económicos, la fragilidad de las instituciones, entre otras cosas, provocaron que el país caribeño se hundiera con el terremoto en la peor crisis de su historia. Y pese a la solidaridad y el apoyo mostrado por la comunidad internacional, la ayuda no ha podido ser distribuida por las mismas limitaciones que han impedido que Haití pueda salir adelante y que ahora han hecho que esté sumido en el caos.

Ante esta catástrofe natural y humana, no hay que engañarnos. La tragedia del pueblo haitiano no empezó con el sismo, viene de décadas atrás. Décadas que han sido de abandono, de castigo, de dictaduras e imposiciones, de abusos y rapiña. El terremoto sirvió para mostrar al mundo la peor cara del modelo económico mundial actual, basado en la desigualdad. Es hora de que el mundo salde esa deuda enorme que tiene con el pueblo de Haití, que está sumido en la mayor desesperanza.

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