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El detector

GILBERTO SERNA

Una expresión hiperbólica con que se da a entender la extrañeza, sorpresa o admiración que causa algún evento, es cuando se dice "parece mentira", como es el caso de la escandalera a que dio lugar cuando dos políticos dieron versiones encontradas de un solo hecho. Una muy ducha en estos menesteres y el otro con poca experiencia en lides electorales, en que participaron como testigos de honor (¿?) el secretario de Gobernación y el secretario de Gobierno del Estado de México. En efecto, los dirigentes de dos partidos políticos, César Nava Vázquez del PAN y Beatriz Paredes Rangel del PRI, consideran que no es confiable lo que dice uno u otro del pacto de Bucareli, esto es, que uno de los dos miente a sabiendas de que no está diciendo la verdad, tratando de esconder que en el acuerdo al que llegaron el 30 de octubre de 2009 no se asentó todo lo tratado o bien que lo ahí estipulado no comprende un compromiso diverso, que en el caso sería el que el PRI se obligaba a aprobar un aumento de impuestos que se contenía en una propuesta de la Presidencia de la República. El escándalo se provocó debido a que el convenio se hizo en la penumbra, no a la luz del día y es la hora que no termina.

Es el caso que ninguno de los testigos, que firman al calce el convenio en cuestión, ha declarado sobre si los términos acordados se incluyeron totalmente en el texto del convenio o por algún motivo se dejaron fuera con el deber de una de las partes de cumplirlo aun no habiéndose incluido en el escrito.

Esto es, si se pactó o no una obligación a cargo del Gobierno que encabeza el gobernador Enrique Peña Nieto. En vez de ello el presidente del PAN se traba en una áspera discusión con la presidenta del PRI, saliendo rayos y centellas cual si se hubiera desatado una tormenta, decidiéndose, en medio del agarrón, que ambos personajes se someterían a un detector de mentiras. Estos son los hechos.

Entretanto se dice que los que acordaron como los testigos cometieron graves violaciones constitucionales y a la ley electoral. ¿Qué va a pasar? Lo único que se puede decir, basado en antecedentes, es que no va a pasar nada. No llegará la sangre al río. Estas son cosas que suelen arreglarse en familia. En estos tiempos no sólo a las palabras se las lleva el viento sino también lo que algunos despistados políticos suscriben.

Pero arrojémonos en brazos de lo hipotético para saber qué esperar del reto que lanzó el inexperto presidente nacional del PAN, y digo inexperto porque ¿a quién se le ocurre creer que alguien en política en este país cumplirá su palabra empeñada?

Escucho las frases melosas de: no es necesario que conste en el documento, basta que yo lo diga, que habrá de cumplirse el pacto que se está celebrando, para que suceda. Si yo te digo que apoyaremos la ley tributaria puedes considerar que estará vigente en cuanto yo truene los dedos. Los tengo en la bolsa. En este preciso momento traigo todos los ases debajo de la manga. La élite, los que comen tres veces al día, está de mi lado. Saben que conmigo está asegurado que sigan gozando de libertad absoluta para disfrutar de canonjías, prebendas y beneficios, a que están acostumbrados. Nada ni nadie se interpondrá en mi camino. No necesito otra cosa que sentarme a esperar a que llegue el día de la elección.

El otro joven se le queda mirando con azoro. Luego de rascarse la cabeza, "pos' sí, ni hablar, traes puñal. ¿Dónde pongo mi firma?"

No habrá máquina capaz de descubrir cuán mentirosa es la clase política. La de aquí, la de allá y la de acullá. Lo terrible es que cualquier aparatejo, después de echarse a andar, antes de revelar los entresijos del sistema, lanzaría una espesa humareda, ruidos extraños, rechinidos y reventaría sin determinar quién dijo qué y quién, poniendo el dedo índice en los labios, dijo ¡chitón! en el mentado conciliábulo.

El polígrafo, es su nombre oficial, mide la fluctuación de ciertas variables vitales frente a ciertos estímulos plasmándolas sobre un papel. Imaginemos a un politicastro de esos que consideran que el puesto es suyo y no del pueblo. La chimistreta está diseñada para medir el flujo de corriente que se transmite a través del dedo índice de cada mano detectando las respuestas fisiológicas del organismo, en reacciones que son interpretadas siguiendo un método que carece de validación científica y es entonces que surge la duda de si la versión que da el operador estará apegada a la realidad.

Ninguna autoridad científica les concede credibilidad alguna. En la KGB, te aconsejan, que para burlar el detector: duermas bien, acudas a la prueba descansado y relajado, mostrándote simpático y cooperativo, estableciendo una buena relación con el operador, sobre todo mantén la calma y nunca descubrirán qué llevas en la cabeza.

Aquí en México, muéstrate descarado, con aire de suficiencia, sabedor de que el polígrafo dirá que lo que tú quieras que diga.

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