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El día después

RENÉ DELGADO

Si ya de postcalderonismo se habla hasta dentro del panismo, es momento de comenzar a trabajar en el día después.

Conviene hacerlo porque a casi una década de la égida panista, bien claro está que ni un hombre por bueno, simpático e inteligente que sea, ni un partido por sólido que esté podrá con el desastre que recibirá por herencia. Caer de nuevo en la ilusión de que la pesadilla termina con el sexenio y se comienza entonces a fincar el paraíso, sería simple y sencillamente repetir la insoportable rutina de otorgar los 100 días de gracia al elegido para, luego, dar rienda suelta al malestar continuo.

Si, en verdad, se quiere salir del largo camino que sin destino conduce a ningún lugar, es preciso cuidar que el entramado del proceso electoral revista de fortaleza y legitimidad a quien resulte electo presidente de la República; que éste desde su candidatura privilegie acuerdos y alianzas políticos en favor de la gobernabilidad y no sólo coaliciones electorales, formales o no, a partir de cuotas o prebendas de poder; y establecer -desde la campaña misma- políticas de Estado para reconstruir al país.

El brutal fracaso del panismo en el gobierno deja la mar de enseñanzas.

No puede tolerarse que esta próxima vez, de nuevo, se ofrezca el presente por futuro: un presente marcado por el monopolio de la política, la educación, la economía, las telecomunicaciones, el petróleo... donde los cárteles y las corporaciones, criminales o no, con o sin disfraz, se disputan mercados y territorios para ser los beneficiarios exclusivos de la ruina de país que lava con sangre la sangre y aceita con corrupción su disfuncionalidad.

***

Qué bueno que comiencen a presentarse en la pasarela política quienes pretenden ocupar la residencia oficial de Los Pinos.

La baraja de nombres es diversa. Por estricto orden alfabético, en esa lista se anotan con cierta posibilidad: Manlio Fabio Beltrones, Ernesto Cordero, Santiago Creel, Marcelo Ebrard, Juan Ramón de la Fuente, Andrés Manuel López Obrador, Alonso Lujambio y Enrique Peña. Desde luego, hay más, pero esos otros todavía practican la máxima aquélla de Fidel Velázquez de no moverse para salir en la fotografía.

Los enlistados creen más en el video que en la fotografía y en la sobreactuación pública sin reparar mucho en el guión para ser "talk of the town". Y, entre ellos, desde luego hay quienes ya hipotecaron parte de su capital político con los concesionarios que gustosos se ofrecen a exhibirlos, en el doble sentido de la expresión, en la red nacional.

Qué bueno que con exceso o timidez, sofisticamiento o brusquedad, razón o sinrazón se estén exhibiendo desde ahora... pero eso no basta. Esta vez, el país exige muchísimo más que indicadores de popularidad.

***

En el plano inmediato, desde ahora, los partidos políticos -en su expresión parlamentaria- están mandando una pésima señal de su próxima actuación electoral, privilegiando las cuotas en el nombramiento de los tres nuevos consejeros electorales.

Han rebasado el plazo que ellos mismos se fijaron para designar a los nuevos consejeros y la transparencia de las primeras etapas del concurso de aspirantes se opaca ahora en aras del arreglo contra las cuerdas.

Si partidos y dirigentes así como precandidatos presidenciales con influencia sobre su respectiva bancada insisten en privilegiar su exclusivo interés así como el de sus socios económicos o políticos (por no decirles cómplices) en vez de garantizar un arbitraje imparcial en la contienda electoral, ya puede anunciarse que el pasado será el futuro: desde su arranque, el proceso electoral carecerá de legitimidad y el debate político se centrará en la calidad del proceso y no en el fin del proceso que es dilucidar quién debe gobernar al país.

Vivas están las secuelas del proceso electoral de 2006. ¿No basta eso para entender que no puede colocarse de nuevo al país al borde una crisis constitucional? ¿No basta el entrampamiento del actual del jefe del Ejecutivo para entender que, cuando la elección termina en los tribunales, el gobierno pierde cimiento social y sólo rebota entre los intereses y las fuerzas corporativas que ofrecen apoyarlo y terminan por atraparlo?

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A tiempo se está también de reflexionar que una elección no puede reducirse a un concurso de popularidad, donde, a partir de una estrategia mediática basada en un bombardeo de spots o de una campaña negra para resaltar que aquél es peor o de una idea de "democracia tutelada" por los grandes intereses, se avasalle la voluntad popular.

La subcultura política que esa estrategia ha generado sólo sirve al despropósito de convertir al adversario en enemigo, de hacer de la elección en una eliminación, conceptos que no cuadran en el marco de una auténtica democracia.

Sí se valen el picor, el humor, la reyerta política, pero hacer de lo accesorio lo sustantivo, termina por degradar el concurso.

Esta vez el eje de la campaña no puede partir del principio de por qué aquél no, sino de por qué yo sí.

Aquella estrategia ya se experimentó y el resultado fue terrible: se coaligaron quienes querían evitar que llegara al poder a quien no se deseaba ver ahí, pero en su lugar se colocó ahí a quien nunca acabó de entender cómo llegó ahí y, desde entonces, el país no sale del pasmo político.

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En ese esquema, también es menester acotar al gobierno.

En la situación que se encuentra el país, es preciso alejarlo de la tentación de intervenir en el proceso electoral utilizando instrumentos, programas y acciones oficiales como ariete contra el adversario en turno. Vicente Fox y Felipe Calderón han mostrado que, cuando de competir -no de gobernar- se trata, nomás no pueden contenerse y muy poco les importa vulnerar el proceso electoral a costa de reblandecer la democracia.

Es preciso atarles las manos y, sobre todo, evitar que acciones del interés nacional se utilicen como arietes electorales. Parte de la desconfianza en la guerra emprendida contra el crimen deriva de la aplicación electoral que el panismo le ha dado.

***

El destino del actual gobierno está escrito, su capacidad de acción cada vez es menor, la herencia que deja es terrible. Es preciso trabajar, desde ahora, en el día después.

Quienes pretenden ocupar la residencia de Los Pinos están en tiempo, desde ahora, de pavimentar el camino no sólo para que ellos lleguen a donde quieren, sino para que el país transite a un mejor destino. El presente no puede ser el futuro.

Si no se trabaja desde ahora en el día después, la única duda que prevalecerá será qué cártel ocupa el poder.

Sobreaviso@latinmail.com

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