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EL DIVÁN ME OLVIDÉ DE VIVIR

LIC. JOSÉ ANTONIO MIRANDA HERNÁNDEZ

Para algunas personas que rondan los 50 y 60 años, le podrá sonar familiar la canción interpretada por Julio Iglesias "Me Olvidé de Vivir", algunos otros jóvenes de entre 30 y no tan jóvenes de 40, la habrán escuchado en un par de ocasiones seguramente. Para empezar este 2010 lo más probable es que usted haya escuchado las incontables promesas por cumplir para el año nuevo: bajar de peso, hacer ejercicio, encontrar pareja, ente otros, los cuales pudieran ser deseos encomiables, sobre todo el primero ya que la población de nuestro país cada vez cuenta con más obesidad que repercute en problemas de salud como hipertensión, diabetes, etc. En cuanto a tener pareja sólo nos muestra un poco lo que es el buscar fuera de nosotros la felicidad que sólo estaría fincada en encontrarla desde uno mismo para luego ir al exterior, todo esto apoyado por los innumerables programas de televisión abierta que recomiendan cosas como si la felicidad fuera una cosa que se encontrara a la vuelta de la esquina y se pareciera a Ninel Conde o Brad Pitt, según sea el caso.

Lo anterior viene a colación por la letra de la canción que interpreta el papá de Enrique Iglesias y algunos más, donde dice a grandes rasgos que se olvidó de vivir centrándose en detalles no tan importantes como buscar los aplausos, quitándole tiempo a las noches además de fijarse en detalles a la larga insignificantes.

Obviamente el grueso de la población no queremos ser artistas ni intérpretes, al menos de manera realista, ya que habrá algunos que en el baño o en algún karaoke al calor de algunas cervezas piensen que la academia se podrá estar arrepintiendo por no contar con ellos en sus filas. La mayoría pretenderemos tener una mejor situación financiera, un mejor empleo, una buena salud e incluso mejorar nuestra relación de pareja o viajar a ciudades que no hemos visitado.

Pero ¿de dónde surge la mayor parte de nuestros anhelos? Me atrevería a decir que una gran cantidad de nosotros "compramos" esos deseos. Queremos ser exitosos, interpretando éxito con tener un mejor sueldo que me permita adquirir el auto que siempre he deseado, la casa en la colonia privada donde vive mi jefe, incluso tener reconocimiento por parte de mis colegas y que digan que soy el más capaz de mi generación o que soy el político que ha hecho de nuestra ciudad un mejor lugar para vivir.

Las mujeres en su mayoría desean que su cuerpo quede como quinceañera después de tres embarazos, que tengan la oportunidad de ir de compras en plena cuesta de enero y que su vida social siga siendo tan rica aunque dentro de ese círculo sólo encuentre una sola amistad verdadera.

Seguramente, mi estimado y enfiestado lector estará pensando, "yo no soy como el columnista dice" o "el se refiere a mi compadre o a mi amiga fulanita de tal". No niego que habrá una lista grande de personas que no entran en estos paramentos y sus objetivos van más orientados a algo más profundo y trascendente, pero desgraciadamente como lo hemos señalado en otros momentos son la minoría. El grueso de la población se centra en deseos superflos de éxito y reconocimiento que terminan por perder el piso y sobre todo dejando de largo lo que verdaderamente importaría.

Desde luego importa la estabilidad económica, importa tener vida social, importa tener capacidad para viajar. Pero me pregunto ¿Es lo más importante? O ¿Es el motivo por el cual existimos?

Cuántas personas existen que al final del día o en etapa adulta dicen que ya tuvieron todo lo que un hombre puede desear pero se sienten vacíos y con muy pocas cosas qué valorar. O los individuos que se cuestionan si ha valido la pena vivir de esta manera.

Entiendo que es una época de celebración y buenos deseos, pero también es una época de evaluar. Hace algunos días tuvimos una reunión familiar como seguramente muchos de ustedes la tuvieron. En ella se habló de varios temas que por lo general como en varios lados, no todos estábamos de acuerdo, pero al final del día lo importante era estar reunidos, compartir experiencias y sobre todo tener la oportunidad de convivir con parientes y amigos que no es fácil tenerlos todos los días.

Considero que estos tiempos aparte de desear y prometer, se debe de agradecer por lo que se tuvo y se tiene por lo que se vivió y se aprendió aunque doliera, porque lo importante desde mi punto de vista es valorar lo que se ha obtenido y no sólo a nivel económico, sino personal, ser mejores personas, entender a mis parientes, comprender las necesidades del otro, buscar el bienestar común y hacer cosas cada vez más trascendentes y duraderas, para no terminar como muchos diciendo: "De tanto ocultar la verdad con mentiras, me engañé sin saber que era yo quien perdía, de tanto esperar, yo que nunca ofrecía, hoy me toca llorar yo que siempre reía.

Ya que estamos en tiempo de agradecer aprovecho para hacerlo a una mujer que me apoyó y lo sigue haciendo a lo largo de mi carrera, Elisa Fernández Ortiz. ¡Gracias por confiar!

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