Debido a los tiempos actuales que vive México, particularmente la Comarca Lagunera, se ha acrecentado el número de personas que han desarrollado el denominado síndrome de estrés postraumático. Este síndrome se caracteriza por varios factores, entre los que se destaca por temor, desesperanza u horror intensos. En niños pueden aparecer sueños terroríficos, ansiedad o depresión.
El síndrome se presenta por haber sufrido o ser testigo de algún evento traumático acompañado de daño físico o psicológico, aunque muchas de las veces sólo aparece el aspecto psicológico.
Actualmente vivimos una situación nueva para los habitantes de nuestra querida comarca, muchos de los cuales tratamos de dar explicación con información de aquí y de allá. La gran mayoría de esta información suele ser muy dolorosa y alguna que otra va acompañada por rumores que tienden a minimizar o exagerar el evento. Pero todas con un común denominador, el miedo o pánico.
¿Por qué reaccionamos de esta forma? En primer lugar porque los ciudadanos percibimos que lejos de desaparecer se acrecienta y que cada vez esta situación parece formar parte de la cotidianeidad de La Laguna.
Decir que no existe estaríamos mintiendo y minimizando el problema, pero también decir que los millón y medio de habitantes estamos siendo perseguidos, sería una exageración.
Sin embargo las consecuencias psicológicas en menor o mayor medida las padecemos todos. El que diga que no vive en Canadá o es amigo del diputado perredista que dijo que había que pintar de blanco a los damnificados haitianos para reconocerlos y que no dobletearan las despensas.
Hay personas que con el simple hecho de salir a trabajar sienten que el corazón les late más fuerte, les sudan las manos, les duele la cabeza, por no decir que no duerme en las noches porque sueña cosas angustiantes y esto sin que Elba Esther Gordillo se le aparezca por las noches.
Una gran cantidad de padres de familia me preguntan qué deben hacer con los niños, si explicarles está bien, si decirles una mentira está bien, si van a entender lo que pasa o no, o lo mejor es inventar.
Yo les recomendaría que más allá de explicarles lo que pasa, porque ni nosotros sabemos bien a bien qué pasa, es entrar en sus sentimientos y tratarle de darle la magnitud al evento que requiere. Que si estamos nerviosos, si estamos preocupados, y hay cosas que los padres no pueden explicar.
Hace poco en estas mismas líneas algunos de mis colegas me tildaron de inocente, otros me dijeron que exageraba, creo que la labor de los psicólogos es fomentar la salud mental, tratando de dar información psicológica actual y fidedigna, tratando de dar explicación a la población que si su conducta es más errática, que si está más alarmado y que se siente triste en estos últimos tiempos lo más probable es que no esté mal de la cabeza, sino que esté viviendo en mayor o menor medida el síndrome de estrés postraumático.
Valga decir que si usted se cree Juan del diablo o cree que un ovni le dio de cenar, lo más recomendable es que visite a un especialista lo más pronto posible.
Considero también de vital importancia saber en la medida de lo posible cuál será nuestra actitud ante la situación, si yo creo que hay que seguir la fiesta hasta las 6 de la mañana, quedarme al alter y tomar a diestra y siniestra me parece que no sería la conducta adecuada en este momento e incluso en ningún otro.
Me ha tocado escuchar a jóvenes universitarios decir que los padres exageramos cuando decimos que es recomendable no salir, los hijos dicen que son cosas de viejos y a ellos no les va a pasar. Desde luego que estos jóvenes necesitan escuchar a sus padres y entender hoy más que nunca que no es que los padres chocheen sino que les interesa su seguridad.
En otras palabras hay hacer lo que nos toca informándonos en medios veraces en la medida de lo posible, ajustando nuestras vidas a la situación y generar espacios dentro de nuestra familia, trabajo, comunidad no exagerando la situación que ya de por sí es delicada.
Finalmente mi estimado lector usted tiene la última palabra.
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