Hace algunos días salimos mi familia y un servidor a comer, durante el trayecto mi esposa y yo platicábamos de un sinfín de cosas, que si Irma Serrano ya no ama al Pato Zambrano, que si a Borgetti ya lo perdonó Mónica o que si Belinda ya se operó las bubis. Dentro de esta plática tan trascendental uno de mis hijos comentó: "qué bueno que mi papá ya no trabaja tanto, así podemos pasar más tiempo juntos". Después de derramar una que otra lágrima de cocodrilo y subirme los chones que se me cayeron, mi esposa y yo nos vimos, y nos llenó de gran alegría el comentario.
Yo sé, mi estimado lector, que pensará que me convertí en escritor de novelas rosas y que la columna se llamará de hoy en adelante el diván rosa, pero créame que lo que dijo mi hijo, que estoy seguro lo comparten todos los miembros de la familia, es para mí algo sumamente importante.
Existe en la mayoría de los padres de familia que asisten a consulta una constante, que es la queja de los ahora padres, que de cuando eran infantes sus homólogos estaban más preocupados por llevar dinero a la casa, que a convivir con ellos. Se vuelve a través de la psicoterapia un tema principal, las heridas infantiles que conllevan en el futuro a llevar un tratamiento para sanar dichas heridas.
Desde luego, no todas las personas asisten a un experto por este hecho, hay algunos que van a terapia porque Romano no metió al Pony contra los Tigres, otros tantos porque el Potrillo Fernández ya no tiene las mismas pompas de antes y algunos más por que Sabrina ya no encontró implantes, pero créame, la gran mayoría lo hace porque durante su infancia convivieron poco tiempo con su padres.
¿La solución a esta problemática sería que los padres dejaran de trabajar y comieran frijoles toda su vida? Yo sería de la idea que no. ¿Entonces será trabajar menos y estar más tiempo con los hijos? Pues creo que tampoco porque la cantidad de tiempo no es lo importante sino la calidad.
¿Cómo se podría lograr esto? En primer lugar sería interesándose por lo que le pasa a los hijos o hijas. En otras palabras conocerlos y esto sólo se dará en la medida de la convivencia, para saber qué les gusta, qué les desagrada, qué les preocupa, etc.
Algunas personas me comentan que el titular de esta columna busca un mundo donde los padres y los hijos estén siempre pegados los unos a los otros y no existan límites. Por supuesto que no, siempre va a ser importante tener nuestros propios espacios y nuestros propios logros, no se trata de estar todos juntos como la familia Burrón.
Pero yo les pregunto: ¿para qué se tiene un hijo o hija? ¿Por qué queremos ser padres? ¿Cuál es mi responsabilidad en el desarrollo de mis hijos? ¿Qué estoy dispuesto hacer por ellos?
Pensar concienzudamente nuestras respuestas nos llevará a tener en claro hacia dónde voy como padre y por qué he decidido serlo. En estos momentos en que Nuestro Querido México requiere cada vez más que nuestro compromiso como padres se vea con el ejemplo y de a poco ir logrando cambiar nuestra sociedad, porque a nuestros hijos no los educa la escuela, ni los profesores, mucho menos Pokemon y Dragon Ball, a nuestros hijos los educamos nosotros y no con discursos bonitos y lastimeros sino con el mencionado ejemplo.
Por eso el día de hoy, respondiéndole a mis hijos el comentario, no, hijos, no es padre comer juntos un solo día, lo verdaderamente importante es que estamos juntos y nos damos el tiempo para compartir lo que es de vital importancia.
Mi correo electrónico: antoniomiranda72@hotmail.com