Hace algunos días tuve un accidente, en el cual salí ileso y sin algún rasguño de por medio. Científicamente o más bien dicho técnicamente según los peritos, dicho accidente debería tener consecuencias fatales o por lo menos salir con algún hueso roto, lesionado o ya de perdido con un ojo morado.
Después del evento, mi familia y un servidor le tratamos de dar una explicación lógica al evento, que si era porque había llovido, que si el coche era de buena calidad, que las llantas eran de muy buena tracción, hasta que ese día Kala había dicho que los astros favorecían a los sagitario, amén de sacarme el Melate.
Por supuesto que yo no soy perito en el área y lo que más me preocupaba es que mis seres queridos no estuvieran angustiados por el evento y que yo no fuera a quedar con alguna secuela importante. Ya platicando con ellos, con sus respectivos cigarrillos y uno que otro whiskey, que en realidad no me sabían a nada por el susto, empezamos a conversar alrededor de lo sucedido.
Tengo la fortuna de contar con mi esposa, hijos, hermanos y padres, la primera y los últimos estábamos divagando sobre el sentido de la vida y sobre todo de porque seguía vivo en esos instantes y sin un solo rasguño, amén de tener cara de satisfacción después de 20 copas de bebida de botella verde con tapón rojo.
Las preguntas eran las mismas ¿Qué pasó? ¿Cómo sucedió? ¿Por qué? y la más recurrida ¿Quién hizo que no estuviera en ese momento tres metros bajo tierra?
Últimamente se ha debatido mucho sobre la existencia de Dios o un ser supremo que dirija nuestras vidas, que sea un arquitecto quien decide qué es lo mejor para nuestra raza o no. Existen científicos muy renombrados que argumentan que es nuestra naturaleza la que nos lleva a tomar decisiones y que si tenemos duda que descendamos del chango ahí esta el basquetbolista Saquille Oneal para desmentirlo.
Más allá de quién tiene la razón o de pretender en unas líneas arreglar un debate milenario, lo que pasó ese día para mí sólo demuestra una cosa. Existe alguien quien nos da la libre voluntad de decidir, pero finalmente el es el único quien decide cuándo pasamos a otro plano, lugar, vida, momento o como usted según su creencia se lo permita.
Hablar de la muerte siempre nos va a parecer algo tenebroso, temido y sobre todo angustiante, pero definitivamente es lo único que tenemos como seguridad, y el hecho de tenerle miedo a ésta, implica que tendríamos miedo a la vida y a encontrar un sentido dentro de ella.
Para los que creemos que existe algo después de esta existencia, la vida sólo debe ser un paseo momentáneo en el que debemos de promulgar y promover valores en los que creamos y respetemos los que los otros tomen como propios.
Espero no sonar a sermón de sacerdote diocesano a las 9 de la mañana, que sólo regaña y promueve las culpas, ni tampoco espero que mis colegas digan que tengo una experiencia narcisista y que me siento cercano a San Pedro, lo único que pretendo es compartir una experiencia que le ha dado más significado a mi vida, porque hace que mi fe se vuelva más fuerte y lejos de doblarla, la fortalece.
Afortunadamente para mí no es la primera, ni siquiera la segunda, ya que hace algunos años, 10 para ser exactos, tuvimos tres exámenes de VIH positivos, afortunadamente el laboratorio se equivocó, obviamente jamás le recomendaría ese laboratorio de análisis clínicos, pero durante las horas que precedieron a los resultados de los otros exámenes sí lo vuelven a uno más consciente de su vida y de su necesidad de creer en una presencia espiritual.
¿Que por qué sigo vivo? No lo sé, algunos dirán que es una casualidad, otros que es suerte, algunos otros que se tiene un destino prefijado, yo prefiero dar una explicación más sencilla.
¡Gracias a Dios porque existes y me concediste volver a nacer!
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