Hablar bien de algo por sí solo, no altera su condición. De la misma manera que hablar bien de México, no altera su realidad. Si así fueran las cosas, la economía estaría creciendo y la pobreza sería irrelevante, o mejor aún, la Selección se llevaría la copa del mundo en Sudáfrica. Ahora que el presidente Felipe Calderón salió a explicarnos con claridad el asunto de la inseguridad, el crimen y la violencia, se propuso al mismo tiempo relanzar la imagen del país ante el mundo. Porque desde fuera la prensa internacional habla de secuestros, crímenes y otras fechorías en el país.
Esta semana, la declaratoria de Calderón en medios nacionales viene a decirnos que no se trata de la "guerra contra el narco", sino de la "lucha por la seguridad pública". De esa manera nos aclaró que el problema es más amplio y complejo que el discurso monotemático de la guerra; sólo que la precisión se da más allá de la mitad del sexenio, es decir, 22 mil muertos después y con una percepción negativa generalizada entre la población. ¿Cuál Calderón escuchar? ¿El de los últimos tres años que nos dijo que había que luchar "para que la droga no llegue a tus hijos" o el que nos dice esta semana que "no es así", porque la lucha no solamente es contra el narco?
Como si fuera "El extraño caso del doctor Jekyll y el señor Hyde", Calderón nos plantea otro discurso: no es sólo el narco, sino la seguridad. Por eso, argumentó el presidente, "el Gobierno Federal le hizo frente al problema en aras de construir un México más seguro". Sin embargo, ese México más seguro, en realidad se ha vuelto barbarie en algunas zonas del país, y donde no, los delincuentes operan con la certeza de la impunidad. Desde el robo de vehículos, bancos, comercios, tuberías y placas conmemorativas hasta el cable de líneas telefónicos. Por eso una y otras vez los estudios de opinión constatan que esta "guerra", que a partir de ahora no se llama guerra, la van ganando los criminales. ¿Qué sigue entonces?
Armar una gran campaña de publicidad para mejor la imagen del país. En su reciente visita a Baja California, Calderón declaró: "Estamos promoviendo en mi Gobierno un proyecto integral de publicidad, sí, pero principalmente de relaciones públicas, en el que estamos contratando a las mejores agencias del mundo para promover integralmente la imagen de México". Seguramente a esto habrá que sumar un nuevo incremento en el gasto de publicidad, que tan sólo para este año de austeridad, según una investigación de Diego de la Mora, aumentó. De acuerdo con Mora, "los recursos destinados a Comunicación Social y Publicidad aumentaron en 145% en 2009 con respecto a lo que se había presupuestado (2,919 millones de pesos) y en 49% con respecto a lo gastado en 2008. El aumento respecto a los que se gastó en el último año de gobierno de Vicente Fox es del 501 por ciento".
Por imagen se puede hacer mucho, pero cuando ésta no corresponde a la realidad, viene el derrumbe. Así, en nuestro entorno inmediato, la Cámara de Comercio local, anunció que promueve ya la campaña nacional "Hablemos bien de México", a fin de mejorar las percepciones. Pero dejar de hablar de nuestros problemas no resuelve la violencia, el robo o la exclusión social. La premisa es: hay que "hablar bien de México", para no hablar más de inseguridad. Pero el silencio no cambia la realidad: robos, violencia, impunidad, muerte.
Y tiene razón el presidente al decir que no es una lucha de él, "sino de todos los mexicanos". No obstante, cuando la población percibe que sus gobernantes (recalco el plural), no respetan ni hacen respetar la ley o incluso, son ellos mismos los promotores de la impunidad o la corrupción, no hay campaña de publicidad que sirva para generar credibilidad o confianza.
Se cerró el capítulo del Instituto Ciudadano para el Buen Gobierno. Ahorcado por la Tesorería municipal, huérfano y poco conocido entre los ciudadanos, el Instituto quedará como una experiencia inconclusa y como un intento de buena voluntad para hacer contrapeso al gobierno, pero también para mejorarlo. Sin embargo, no me parece tan negativo su cierre. Dada la naturaleza de sus actividades, un instituto así tendría que tener autonomía presupuestaria para no depender del gobierno. Quizá de esta crisis pueda gestionarse un movimiento ciudadano interesado en llamar a cuentas al gobierno local y en proponer alternativas para generar un buen gobierno (en el sentido de la nueva gestión pública). En su momento Transparencia Internacional nació de una crisis de su fundador, Peter Eigen. Actualmente en México, un buen modelo gestión lo tenemos en la asociación civil Fundar. Por lo demás, el Instituto sí logró formar a un grupo de laguneros, entre ellas varias mujeres, que ahora tienen mejores herramientas para hacer ciudadanía y sobre todo, impulsar un buen gobierno.