No, no me tocó verlo, pero como si lo estuviera viendo. Los guardias fronterizos sólo están esperando un asomo de resistencia para actuar como verdaderos trogloditas, dispuestos a someter al indocumentado a como dé lugar. Veinte agentes agrediendo a un indocumentado sin medios para defenderse con una saña cuyo origen no es otra cosa que racismo puro. Existe una fobia inexplicable para tratar así a nuestros connacionales, como no sea por el color de la piel. De otra manera no se hubieran dado los hechos con tal rabia que hizo lo tundieran a golpes con un odio que se ha vuelto característico cuando de mexicanos se trata. Hay un encono, un rencor inocultable y un aborrecimiento que los conduce a la crueldad y al encarnizamiento cuando están involucrados latinos. Lo dejaron inconsciente; como si se tratara de un fardo estaba siendo arrojado fuera de aquel poderoso país y no de un ser humano que pudo haber sido reducido en su resistencia sin necesidad de llegar al extremo de causarle lesiones que le privaron de la vida.
Hay algo de bestial en ese proceder. Lo golpearon, le aplicaron descargas con pistolas eléctricas y lo patearon, supuestamente por haberse resistido a uno de los agentes. Eso sucedió a escasos metros de la frontera sin que los oficiales mexicanos que escuchaban sus gritos pudieran intervenir. Lo mataron como si fuera un perro rabioso. A manera de disculpa dijeron sus compañeros uniformados que el policía fronterizo solamente trataba de controlarlo. Una mujer que cruzaba a Tijuana presenció la golpiza diciendo que alertó a los agentes del Instituto Nacional de Migración que lo estaban medio matando, pero nada pudieron hacer porque el hecho se estaba dando del lado americano. Es, sin duda, que las cosas allá y acá, en la interrelación de México-Estados Unidos están adquiriendo tintes de violencia desatada como un signo de los tiempos en que vivimos. No nos extraña que en las páginas de este o de cualquier otro periódico día a día las informaciones se tiñan de sangre.
Se llamaba Anastasio Hernández Rojas, tenía 42 años. Había vivido 21 años en territorio estadounidense. Tenia 5 hijos nacidos allá- La madre diría después del asesinato "Mi hijo vino a buscar la vida y lo que encontró fue la muerte". ¿Qué furia se ha apoderado de la humanidad? Estando sentado, relata su hermano que le acompañaba en esos momentos, sujeto con esposas o ligamentos de las muñecas, un agente de Migración gringo le pateó en el pecho, no porque quisiera huir sino pretendiendo ayudar a su hermano menor que también estaba detenido. Después sencillamente, junto a otros compañeros, lo mató. Estaba indefenso. Si le agregamos a las superioridad numérica de sus agresores, al hecho de estar sujeto de las manos, encontraremos que el indocumentado estaba inerme sin poderse defender por lo que eran unos cobardes los que lo atacaron impunemente. Luego en un pretendido afán por justificar la arremetida asesina dieron la versión de que todo se debió a que quiso escapar de sus captores, quienes le produjeron una encefalopatía y posterior infarto al miocardio.
Es del todo posible que si se llega a demostrar el abuso que cometieron con Anastasio, la justicia americana le aplique al responsable una severa pena de prisión. Ya se ha visto antes, en casos similares. Lo que me pregunto es ¿que los guardias no reciben un entrenamiento que los capacite, tanto para sujetar al que se resiste a obedecer, como para contener al que se rebela una vez que está en sus manos? Lo demás, un procedimiento que excede ciertos límites, es una represión inaceptable nacida, como en este caso, producto de un desorden mental. Una investigación seria, correcta e imparcial los debe llevar a estimar al o a los guardias que participaron en un festín que sólo acostumbran las hienas, golpeando a un ser humano hasta causarle lesiones mortales, lo que no tiene perdón de manera alguna. En fin, visto desde cualquier punto que se quiera, lo cierto es que si no se pone remedio a esa manera de actuar, se estará dando paso a una susceptibilidad mayor que la que provocó la pérdida de parte de nuestro territorio a mediados del Siglo XIX.