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El futbol

GILBERTO SERNA

Bueno, que la exaltación no nos haga perder de vista que quienes juegan con un balón para batir las redes de una portería contraria no somos nosotros. Es un grupo de entusiastas jóvenes que se han echado encima la tarea de emocionarnos conduciendo una pelota de gajos con gran destreza para probar que así somos todos los mexicanos. No hará que seamos mejores, pero un triunfo así logrará que la alegría se apodere de nuestras vidas. Nos hará chismorrear durante varios días o semanas, entretenidos en comentar mientras las dificultades se quedan en la puerta esperando a que salgamos. Los acontecimientos nos envuelven haciéndonos olvidar, por un momento, el éxodo de familias que han salido presurosas empujadas por el temor. Lo que nos espera es una cadena de acontecimientos empeorados por nuestra desatención. Acontecimientos trágicos que ya no sorprenden y que poco a poco se han vuelto rutinarios. En las conversaciones nos reímos de los sucesos como si fuera una puesta en escena de una obra teatral a la que fuéramos ajenos, sin querer darnos cuenta que somos, a querer o no, protagonistas. En un breve lapso hemos ido perdiendo la capacidad de asombro.

Casi sin darnos cuenta, enajenados con las patadas que da el "Chicharito", el caminar de los días nos ha ido encerrando en un círculo vicioso al que no atinamos a encontrarle una salida. Al contrario cada vez se estrecha con mayor fuerza aferrándose con la misma fuerza con la que una hiedra se adhiere al tronco de un árbol. La depresión se apodera de nuestros pensamientos, sin que nos demos cuenta porque estamos enceguecidos esperando que San Cuauthémoc nos haga el milagro. Yo creo que coincide la vida que llevamos con las cosas que atosigándonos están cada día peor. Creo que por eso no nos gusta el evento que se está llevando a cabo en Sudáfrica. Ahí, persiguiendo una pelota, a la que hacen moverse pegándole, las familias viven en las mismas condiciones que la mayoría de nuestra gente, no necesito decirlo pero lo diré: viven de la patada.

¿Qué pasará el próximo domingo? ¿Seremos presas de la alegría o se apoderará de nosotros el desencanto? Las calles en las ciudades del país se verán solitarias, los bares abarrotados, los amigos se reunirán frente al televisor para comentar cada jugada, cada drible de Giovanni Do Santos y en su caso gritar con gran pasión colectiva. De algo servirá el futbol: por noventa minutos olvidaremos las penas que nos agobian. Luego volveremos a la cruda realidad. A la inseguridad social, a la angustia, al desempleo agobiante, nos daremos cuenta que nos han engañado forjando ídolos de pies de barro, para distraernos, como magos de circo, creando ilusionismos. Aunque, corrijo, son completamente de barro barnizados y aderezados con cursilería.

Son los modernos héroes, en este caso calzados con zapatos, que saltan a la cancha. Mientras en nuestro país persiste la miseria, el hambre y la muerte. Lo vimos en la pantalla chica, que en el frenesí de comerciales por un momento olvidó que su misión es pintarnos un mundo de color de rosa y no reportar niños alimentándose con galletas de barro. Sin darse cuenta mostraron al mundo lo que los niños africanos tienen que comer para sobrevivir. "Hoy tengo un día bíblico, y me he levantado preguntándome cuántos ídolos con pies de barro pueblan este mundo, están por toda partes y en todos los ámbitos, política, deportes, cine, música e incluso los encontramos entre gente corriente y sin notoriedad alguna. Esta expresión tan usada, es de la Biblia de Daniel (2,34) y dice así: En el sueño, Su Majestad veía que en su presencia de levantaba una estatua muy grande y brillante, y de aspecto terrible. La cabeza de la estatua era de oro puro; el pecho y los brazos de plata, el vientre y los muslos, de bronce, las piernas de hierro y los pies eran de barro".

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