Por más bien relacionada que haya estado la clase política coahuilense durante el Siglo XX, ninguno de sus integrantes tuvo los arrestos suficientes para aspirar per se a algo más que una diputación federal, una senaduría o una subsecretaría de Estado. Ser presidente de la República fue sólo un sueño compartido por todos los políticos, sabiéndolo un sueño guajiro, vale decir imposible.
Nadie hizo antes, que yo recuerde, lo que Humberto Moreira Valdés recién hizo: aspirar con vigor a participar en la vida pública de su Estado; ser designado Secretario de Educación de Coahuila; pelear la presidencia municipal de Saltillo; realizar un nunca visto programa de obras materiales y sociales; participar y ganar la elección interna y externa para gobernador del Estado; proponer extraordinarias obras en los diversos campos de acción; construirlas y al final de su encargo declararse dispuesto a luchar por obtener la presidencia del comité Ejecutivo Nacional del Partido Revolucionario Institucional, expresándolo en forma decidida, oportuna, abierta y sin rodeos ni condiciones.
Ayer, quien mantenía una aspiración de orden político ya fuera Presidente de la Nación, secretario de Estado, gobernador de una entidad federativa, administrador de empresas paraestatales, etc, etc., ocultaba sus aspiraciones en lo más recóndito de su ser. Eran asuntos que no podían ventilarse en la plaza pública, ya que nadie se atrevía a tocar tales temas con absoluta franqueza; ni era permisible que terceras personas se atrevieran a exponer sus anhelos sobre las mesas de los cafés o de las fábricas, en los corrillos de las colonias y calles o en los foros de los medios de comunicación social. ¡Ay de quien, a cualquier título, atreviese comentar las ambiciones de servicio público de zutano o fulano, sin mediar la autorización del interesado! Quien tal hiciera se arriesgaba a quedar satanizado por el personaje más cercano al techo en los sueños de la política.
Don Fidel Velázquez, eterno líder de la Confederación de Trabajadores de México (CTM) construyó aquella sabia frase popular "quien sale en la foto no sale en el cargo". Así que entonces, durante dos años previos a un cambio de gobierno nacional, todos los movimientos políticos eran de naturaleza especulativa y expectante. Los cronistas de la cosa pública construían escenarios futuristas; los políticos profesionales no soltaban prenda y corrían la cinta de posibles triunfos entre "los más mentados".
Desde la Presidencia de la República hacia abajo, todo podía ser posible en el marco del dedazo, y nadie era excluido hasta que se oía la voz de mando de quien se iba, no sin seleccionar al "bueno" y excluir a los malos.
Todos recordamos que los precandidatos a la silla presidencial siempre fueron hombres del anterior presidente de la República. Partes de su equipo político y colaboradores reconocidos por su obsecuencia y disciplina; pero invariablemente "gentes del Altiplano" ya que nunca se presentaban personajes políticos nacidos en las distintas y distantes provincias del Norte.
Entre los políticos coahuilenses del medio siglo XX sólo dos fueron considerados como posibles candidatos a la Presidencia de la República: el licenciado Raúl López Sánchez y don Nazario Ortiz Garza. Ambos pertenecieron al gabinete presidencial del licenciado Miguel Alemán Valdés: uno como Secretario de Agricultura; el otro, López Sánchez, como brevísimo Secretario de Marina en la última parte del sexenio de Miguel Alemán, quien falleció víctima de un infarto cardiaco antes de que se seleccionara al candidato del PRI a la Presidencia, Adolfo Ruiz Cortines.
De ahí en adelante las sucesiones se resolvieron en el pequeño círculo de los amigos del presidente en turno, hasta la conocida como "elección de la alternancia" en la cual perdió el PRI la Presidencia de la República a manos de Vicente Fox, primero, y seis años después ganó Felipe Calderón Hinojosa por medio de otro dedazo, sólo que éste fue dado por la mano derecha de un presidente de derecha.
Humberto Moreira Valdés, gobernador de Coahuila, declaró hace algunas semanas sus intenciones de figurar como candidato a la presidencia del CEN del Partido Revolucionario Institucional. ¿Qué avala a esta candidatura?
Varias circunstancias y condiciones personales que intentaremos ponderar.
Vivimos un tiempo de jóvenes en todas las actividades de la vida social, económica y política; esta circunstancia exige voluntades frescas, nuevas propuestas económicas, políticas y sociales y un acción dinámica en todos los campos de la actividad pública, como hemos visto en Coahuila bajo el gobierno de Humberto Moreira Valdés.
¿Por qué sabemos que el actual gobernador de Coahuila puede lograr en el PRI lo que proponga? Simplemente porque lo hemos visto trabajar en toda su corta carrera política. Un candidato con tales antecedentes no necesita sino presentar su currículum de logros; digan lo que digan sus opuestos y los otros partidos políticos...