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'El hermano' Blake

Actitudes

JOSÉ SANTIAGO HEALY

La clase política mexicana y también la intelectual no salen de su asombro ante los cambios en el Gabinete realizados por el presidente Felipe Calderón.

Sorprendió especialmente la llegada a Gobernación del abogado tijuanense José Francisco Blake Mora, quien brincó de la Secretaría de Gobierno de Baja California al segundo cargo político más importante del país.

No se veía una jugada de este tipo en varias décadas. Una parecida ocurrió en 1988 cuando el presidente Carlos Salinas se trajo al entonces gobernador de Veracruz, Fernando Gutiérrez Barrios, a dirigir el llamado Palacio de Bucareli.

Con la notable diferencia de que Gutiérrez Barrios ocupó antes varios puestos en Gobernación y se le consideraba un experto en materia de seguridad y de información política, además de tener una mano muy dura que aprovechó Salinas de Gortari.

Las designaciones de improvisados en Gobernación han terminado muy mal. Esteban Moctezuma Barragán fue nombrado titular por Ernesto Zedillo al arrancar su Presidencia con el único mérito que fue haber sido coordinador de su campaña. Moctezuma renunció antes de cumplir el año por "motivos de salud" en medio del caos político.

Algo parecido ocurrió con Juan Camilo Mouriño, quien fue un colaborador leal y cercano de Felipe Calderón, pero sin tener los tamaños para ocupar la silla principal en Gobernación. Su inesperada y sospechosa muerte adelantó el relevo que se veía inminente.

Fernando Gómez Mont apareció como el secretario idóneo para capotear la crisis de gobernabilidad que vivía el régimen calderonista. Con experiencia en lides partidistas y legales, pero con pocas horas de vuelo a nivel federal, Gómez Mont cometió un error de primaria que le costó su puesto: mostró independencia en donde se requería lealtad y unidad.

Renunció a su partido en protesta a las alianzas electorales con el PRD cuando era evidente que habían sido palomeadas desde Los Pinos. Evidenció así que le importaba más su carrera panista que respaldar al presidente Calderón. Lo demás fue cuestión de tiempo porque Gómez Mont perdió la confianza y la amistad de quien lo había llevado a tan alto cargo.

Hoy llega a Gobernación un político de origen provinciano con experiencia a nivel regional, pero muy escasa a nivel nacional. Su mejor momento fue ocupar una diputación federal en el mismo periodo que Felipe Calderón, en donde nació una relación de amistad y colaboración por demás evidente en este inesperado nombramiento.

¿Qué podrá hacer Blake Mora por el Gobierno de Calderón cuando no ha sufrido los sucios golpeteos de la política nacional y cuando viene de Baja California con el estigma de la derrota panista del 4 de julio?

A Blake Mora se conoce su disposición al diálogo y la conciliación, pero sus correligionarios lo consideran demasiado blando para la política al grado de llamarlo "el hermano" Blake.

Un personaje con esas características en medio de la violencia y la bestialidad social que vive el país, no se antoja la mejor opción para manejar los hilos políticos desde Bucareli.

Pareciera entonces que el presidente Calderón optó por concentrar el poder en Los Pinos, a la vieja usanza priista, y colocar en las secretarías a hombres incondicionales y de bajo perfil que son necesarios en ciertos momentos de la vida pública, pero no ahora cuando lo que México requiere es gente de talento, firmeza y experiencia para enfrentar la enorme crisis social.

Puede resultar exitoso el experimento si "el hermano" Blake sale más diestro de lo pensado en las lides política y toma ventaja de su novatez y ausencia de compromisos para sacudir estructuras y emprender cambios de fondo en el anquilosado sistema político mexicano.

Pero es casi imposible lograrlo cuando faltan menos de dos años para las elecciones presidenciales. Lo lógico es que Blake Mora termine por convertirse en un incondicional y Felipe Calderón asuma desde su despacho en Los Pinos las más importantes decisiones hasta el último minuto de su sexenio.

Así ocurrió con los presidentes Luis Echeverría, José López Portillo y Carlos Salinas de Gortari, quienes por soberbia y altivez terminaron con todo el poder en sus manos para finalmente dejar al país sumido en la desconfianza social y la ruina económica.

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