Parece todo un caso perdido. Al principio y aún, lo grave parecía la capacidad de violencia y temor que infunden los grupos del crimen que con sus ametralladoras y sus redes con muchas autoridades, dominan todo. Ahora ya son varios años en los que todos paulatinamente nos estamos resignando a vivir así.
Pero parece que esto no tiene límite. Hoy los índices de criminalidad están por los cielos, y en La Laguna parece que nadie es capaz en realidad de contenerlos: léase federales, estatales o municipales.
Si bien es cierto que es plausible la postura que tomó el alcalde Eduardo Olmos al no dejarse chantajear por el grupo de policías que hizo un paro para exigir la renuncia del director de Seguridad Pública Municipal, general Bibiano Villa, y que a los pocos días la operación de la Policía Municipal volvió a la normalidad, la realidad vuelve a ser cruel con una ciudadanía aterrorizada: los asaltos están también a la orden del día. Así que ahora, aunque por supuesto fue correcto el no ceder a chantajes, también es un hecho que el general Villa muy poquito ha podido hacer al traer mediana seguridad a la sociedad común y corriente. Igual si hubiera sido despedido, producto de la insana presión de los paristas, la cosas difícilmente estarían peor.
En los últimos días, han ocurrido despojos de autos con lujo de violencia a los conductores de los mismos, particularmente a señoras que estando solas son atracadas a punta de pistola. En un solo día, 15 asaltos de autos, 10 en Gómez Palacio -que definitivamente es caso perdido- y 5 en Torreón -que anda en las mismas-.
Siguiendo con la cauda de hechos delictivos comunes, anteayer en media hora se cometieron cuatro golpes delincuenciales, tres de ellos a tiendas de conveniencia y un asalto bancario, para llegar a 6 en lo que va del año.
Estos datos no hacen sino conducirnos a la conclusión que nos encontramos como individuos comunes y corrientes en la indefensión total, pero particularmente dentro de estos deleznables acontecimientos aparece una historia que nos hace sentir orgullosos y poder nuevamente mantener viva la llama de esperanza de poder volver a los años donde no era la seguridad y el miedo el tema de todas las mesas.
El "ingeniero Carlos" -seudónimo utilizado para preservar su seguridad- presenció cuando una señora de edad media sufría el arrebato vía arma de fuego de su camioneta a plena mañana, en una zona de la ciudad que se podría juzgar de tranquila y hasta de tráfico considerable.
"Carlos" al ser testigo del delito, emprendió la persecución de los asaltantes poniendo en riesgo su vida. Luego de cuadras de seguirlos mientras por teléfono reportaba al 066 los hechos y la ubicación de los ladrones, el ingeniero fue atacado por un tercer auto que le disparó con una pistola y que aunque con fortuna no hubo impacto directo de bala en su cuerpo, las esquirlas que se desprendieron cuando el balazo pegó en su auto, lo hirieron en el abdomen. En ese instante, "Carlos" que todavía estaba en comunicación con la telefonista del centro de emergencias 066, alcanzó a decir "me dieron, me dieron". La muchacha le avisó que enviaría una ambulacia, pero "Carlos" ya se había dado cuenta de la falta de pericia o reacción del 066 y manejando llegó al nosocomio a atenderse las heridas. Con la primera lección le bastó.
Afortunadamente "Carlos" sanará y quedará este hecho en los anales de la historia local. En sus declaraciones, el ingeniero de profesión y quien trabaja por su cuenta, dijo que tuvo que gastar 7 mil pesos para atenderse, además que estará en recuperación un mes, mismo tiempo en el que no generará ingresos.
Quizá fue temeraria la heroica acción del ahora convaleciente, pero no cabe duda que es un héroe, un héroe al que valdría la pena conocer.