A estas horas, transcurridas desde la noche del viernes último en que desapareció, cuando se supone regresaba a bordo de su camioneta Hummer, que se encontró abandonada en la cochera de su casa rodeada de un primoroso arbolado. ¿Qué ocurrió con este político de 69 años?, se encuentra desaparecido sin saberse bien a bien cuál es su paradero. La Policía avisada de lo que ocurría, acudió presurosa a prestar su auxilio. Nadie que se sepa notó algo extraño o fuera de lo común, no obstante que el vehículo se encontraba abierto y había sangre en unas tijeras. ¿Qué podemos pensar? Habrá tiempo para ordenar las cosas según pasen los días. Los agentes investigadores conocen su oficio, más allá de las críticas que con frecuencia reciben por su pachorra. Que en otros asuntos no los dejen hacer su trabajo, es otro cantar. ¿Habría muchas gentes resentidas capaces de llevar a cabo un acto de esta naturaleza? No veo que la conducta de este señor sea más relevante que otras que andan por ahí. De todas maneras el que haya o se diga que ha sucedido un evento de de este tamaño produce escalofríos por tratarse de un personaje cuya desaparición impacta a la opinión pública.
El hecho de que haya figurado como candidato a la Presidencia de la República lo coloca en un escaparate en el que a querer o no nos preocupa. Si además su recia personalidad le ganó el rencor de un amplio sector de la ciudadanía, es un hombre que puede ser odiado o querido, pero que no podría pasar desapercibido. Hay quienes se alegrarán de lo que pueda estarle pasando, pero creo que están equivocados. Diegos los hay en todos los estratos sociales. Es un hombre que supo aprovechar lo que el destino le puso en las manos. Ni más ni menos. Lo que suele ocurrir es que no tenemos al alcance las herramientas ni tan siquiera para denunciar lo que está mal en este país. Será por que no nos atrevemos o porque estamos convencidos de que no nos harán caso. O en el último de los casos será por que todos somos iguales y la tirria no nace de una falta de justicia sino de la puritita envidia. Es cierto, individuos despiertan la animosidad popular, más que nada por la ausencia de virtudes que propalamos como las ideales para una convivencia cordial.
Estamos en un mundo de mentiras. Decimos que la bondad es la palanca que mueve al mundo lo que podría ser verdad en otras épocas, pero no en la actual. Hay mucho de falso. El hábito de obrar bien puede que haya sido una virtud en un pasado lejano, cuando nuestros abuelos dejaban constancia de su honorabilidad como un modo de vida. Poderoso caballero es don dinero, cuánto tienes cuánto vales, son principios que están aún vigentes hoy en día. De lo que nos libramos es de escrúpulos, nadie es más digno de nuestra admiración que quien es poseedor de una cuantiosa fortuna sin importarnos, en la mayoría de los casos cuáles hayan sido buenas o malas artes de que se valieron sus poseedores. No quiero decir con esto que no haya quien acumule honestamente un capital. Pero dejemos a un lado los pensamientos filosóficos y volvamos al mundo real. ¿Qué le sucedió al "Jefe" Diego? ¿Por qué esa inquina social? ¿De dónde nace ese resentimiento? ¿En qué momento se originó ese repudio?
Es cierto que Diego Fernández de Cevallos sembró vientos que hoy se están convirtiendo en tempestades. No obstante, el ex candidato a la Presidencia de la República es un hombre que cualquiera que haya sido su conducta no merece lo que le está pasando, en el entendido de que haya algo malo que le esté ocurriendo. Si se trataba de hacer justicia no es mediante un linchamiento popular como podremos sanear el ambiente social. Es necesario que reprobemos este modo de hacer las cosas. En esta escalada de violencia no hay víctimas ni victimarios, todos somos ambas cosas. Lo que hay es consecuencia de nuestro desenfado para ocuparnos de reclamar nuestros derechos. Mientras nos conformemos con mirar lo que pasa con un gesto de hastío. Mientras actuemos como borregos votando por el primero que los poderosos nos ponen enfrente, no tendremos compostura. Mientras que no exijamos a nuestros gobernantes que nos respeten, mal y de malas seguiremos andando. No creo que en el caso del político hay sido un arreglo de cuentas. En tal caso, no tardaremos en saberlo.