En la antigüedad hubo un perro llamado Hircano que pertenecía a Lisímaco; quien era general de Alejandro Magno. Lisímaco estuvo al lado de su general durante muchas batallas y de igual manera Hircano cerca de su amo. Juntos vivieron el esplendor y las mieles de las conquistas de Tracia y Macedonia. Al morir Lisímaco su cuerpo fue velado según las tradiciones y era asombroso cómo su fiel amigo montaba guardia día y noche. Al llegar el día de la cremación la multitud se congregó a dar el último adiós a un gran general y cuando el cuerpo de su amo fue arrojado al fuego ardiente Hircano se arrojó a las llamas y se dejó quemar vivo junto con su amo. Esta prueba de fidelidad es virtud indiscutible del amor de un perro hacia su amo. Ojalá y esta historia nos haga reflexionar a todos los dueños sobre el buen trato y cuidado de nuestra mascota que indiscutiblemente siempre estará a nuestro lado.