Una de las tareas pendientes que tiene la sociedad en su conjunto es la de involucrarse comprometidamente con la educación de los hijos, en un congruente ejercicio de corresponsabilidad, que se convierte ahora en una exigencia que no podemos soslayar y mucho menos posponer.
Esta tarea pendiente la venimos arrastrando desde los cambios sociales que se gestaron en la nueva conformación de las familias mexicanas (aproximadamente desde finales de los setenta y principios de los años ochenta), en donde ambos padres se ven en la necesidad de trabajar para ayudar al sostenimiento del hogar y se comienza a configurar una nueva forma de enfrentar los compromisos para con los hijos: ambos padres centrados en satisfacer las necesidades materiales, pero dejando de lado (más por necesidad que por gusto) el necesario "acompañamiento" escolar del alumno.
Se ha comprobado que la formación escolar es más un proceso de avance que un producto final, lo comprobamos desde su propia definición: "La formación es el avance que las personas logran en inteligencia, sensibilidad, autonomía y sentido de solidaridad, como resultado de sus procesos educativos" (Cfr. Flórez Ochoa R. 1999).
Si estamos de acuerdo con la definición de este connotado pedagogo español; nos damos cuenta entonces, que formar a nuestros hijos no sólo es mandarlos a la escuela y darles en la medida de lo posible lo que necesitan, materialmente hablando, sino acompañarlos junto a los profesores en su proceso de avance y ajuste emocional, que los haga más inteligentes, sensibles y autónomos, lo que seguramente les permitirá enfrentar de mejor manera este complejo mundo en el que les tocó vivir.
Otro aspecto no menos importante, es aquel que nos permite entender al profesorado de nuestro tiempo, maestros que enfrentan ahora exigencias que antes no tenían, como es la de "suplir" de alguna manera la falta de los padres en aspectos valorales y de formación de actitudes, incluso muchos padres dejan esta responsabilidad casi totalmente en los maestros; en la realidad sabemos que muchos de estos profesores no están conscientes ni preparados para tal requerimiento. Dicha tarea es un asunto corresponsable, cuyo mayor compromiso debe recaer en los padres. De aquí se desprende la urgente necesidad de la formación permanente del profesorado, sobre todo en aspectos que antes los profesores no enfrentaban.
De lo anterior se desprende la necesidad de entender que la educación de nuestros hijos es un asunto que nos implica al menos a tres actores: directivos, maestros y padres de familia; sólo entendiendo el papel de esta tríada, se generará el compromiso y la corresponsabilidad de educarnos y formarnos todos.
Las situaciones más comunes que se presentan cuando se elaboran diagnósticos educativos son, por un lado, la limitada participación y corresponsabilidad de los padres de familia y de otros actores sociales hacia las instituciones educativas en general; y por otro, la falta de compromiso de los padres y de la comunidad en las tareas institucionales que ayuden a la formación de los estudiantes.
Lo anterior provoca una profunda desvinculación entre la comunidad y la escuela, además favorece una relación insuficiente entre padres de familia, alumnos, docentes y directivos, lo que seguramente limita el aprendizaje de los educandos.
Sin embargo, es importante reconocer que existen áreas de oportunidad en la participación social de los padres de familia en la educación y que además, es pertinente que se desarrolle una adecuada interrelación institucional entre los tres órdenes de gobierno, para la atención de los problemas educativos.
Otro problema es la falta de reconocimiento a los consejos de participación social, por parte de autoridades y de la propia comunidad. Problemas de orden familiar y social inciden negativamente en la enseñanza y el aprendizaje de los alumnos, como la falta de rendición de cuentas de todos los agentes que intervienen en la función educativa, así como transparentar el uso de los recursos.
Existe otro problema que nos alcanzó en el tiempo, nuestras escuelas se están cayendo a pedazos y todavía se presenta una limitada colaboración de los actores sociales para mantener la infraestructura física de las escuelas.
Bajo esta desolada perspectiva se tienen escenarios deseables, como el de participación de todos los actores que intervienen en la tarea educativa: la utilización de las capacidades de los estudiantes para integrarse con éxito a una sociedad cada vez más competitiva,
Incorporar a la iniciativa privada, las fundaciones, las organizaciones no gubernamentales, las instituciones financieras nacionales e internacionales, en logro de los objetivos y tareas de la educación.
Alentar el compromiso compartido de todos los sectores sociales, para contribuir a la mejora de la educación, tomando como principio que la educación es responsabilidad de todos. Impulsar la participación de ayuntamientos, padres de familia y particulares, en la dotación de materiales, la reposición de mobiliario y el mejoramiento de la infraestructura educativa.
Todos estos escenarios deseables sólo serán posibles con la decidida participación de los padres de familia para que se conviertan en la piedra angular que nos permita triangular la importante función de formar a las generaciones que habrán de dirigir los destinos de nuestro país.
Agradezco sus comentarios a: rolexmix@hotmail.com